Axis Mundi: Una encíclica en tiempos del COVID–19


El Papa Francisco ha enviado un mensaje a los 1,200 millones de católicos y personas de buena voluntad de todo el mundo, con el fin de atemperar el miedo causado por la pandemia del coronavirus y unir a las comunidades divididas por el racismo, la desigualdad y el cambio climático. Fratelli Tutti («Hermanos todos») fue firmada el 3 de octubre en Asís, en la parte central de Italia, la cuna de uno de los santos más importantes del catolicismo, San Francisco de Asís, ciudad que, además, ocupa un lugar destacado en el sobresaliente documental de Wim Wenders, El Papa Francisco: un hombre de palabra (2018), disponible en Netflix.[i]

«Hermanos todos» es la tercera encíclica desde que el cardenal Jorge Bergoglio tomó el nombre de Francisco al ser electo el 266° papa de la Iglesia Católica, en marzo de 2013, un pontificado que siempre ha tratado de convertir la palabra en hechos, colocando las necesidades de los pobres, los marginados y quienes se hallan privados de sus derechos en el centro del ministerio papal.

En este sentido, como comunidad de creyentes, el Papa Francisco espera que los católicos se movilicen y se conviertan en agentes de cambio en el mundo, una acción que debe basarse en el canon de la enseñanza social católica, desarrollado desde finales del siglo XIX.[ii] Francisco busca que los católicos pongan dicha enseñanza en práctica, proporcionando un sendero para el cambio y, al hacerlo, también invita a todas las personas de buena voluntad a unirse a él.

Mientras que la anterior encíclica, Laudato Si’ («Alabado seas», 2015) imploraba al mundo que «cuidara su casa común», Fratelli Tutti ofrece una enseñanza dedicada a los conceptos de fraternidad social y devoción colectiva basadas en el ejemplo de San Francisco de Asís, quien «se sentía hermano del sol, del mar y del viento, [y] se sabía todavía más unido a los que eran de su propia carne. Sembró paz por todas partes y caminó cerca de los pobres, de los abandonados, de los enfermos, de los descartados, de los últimos».[iii]

Por otra parte, resulta inevitable que este comunicado papal se conozca como «la encíclica del COVID–19», incluso, el propio Francisco reconoce, en el párrafo 7, que el documento de 45,000 palabras fue escrito durante la primera ola de la pandemia. Sin embargo, el pontífice considera las preguntas sobre el propósito y significado de la vida —que muchos nos hemos hecho durante el actual confinamiento— como una oportunidad para reflexionar sobre las fallas sistemáticas y catastróficas que han creado un mundo desigual y polarizado, como afirma en el párrafo 33:

«El dolor, la incertidumbre, el temor y la conciencia de los propios límites que despertó la pandemia, hacen resonar el llamado a repensar nuestros estilos de vida, nuestras relaciones, la organización de nuestras sociedades y sobre todo el sentido de nuestra existencia».

Es un hecho que, por lo menos para las personas y sociedades sensatas, la pandemia ha demostrado que «nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos». El coronavirus representa, para nuestro mundo, una oportunidad para un verdadero cambio sistémico, por lo que el pontífice señala que «[si] alguien cree que sólo se trataba de hacer funcionar mejor lo que ya hacíamos, o que el único mensaje es que debemos mejorar los sistemas y las reglas ya existentes, está negando la realidad».

A través de «Hermanos todos», Francisco ofrece una nueva visión de la sociedad en la que deben respetarse la dignidad y los derechos humanos de todos. El pontífice considera que las acciones basadas en el bien común —el concepto de que todos precisamos de colaborar, de manera significativa, con la sociedad— deben constituir la base de la política y que las personas necesitan reconocer y respetar a todos como sus iguales. Además, la política social y económica debe basarse en una planificación a largo plazo, no en ocurrencias populistas con fecha de caducidad.

Como mencionamos al principio, el Papa Francisco dirige esta invitación a todas las personas de buena voluntad, no sólo a los católicos, al tiempo que pone énfasis en señalar que tal transformación no será fácil, más bien, se trata de un proceso en el que se trabajará continuamente, una acción más que una meta. Fratelli Tutti es una encíclica que, sobre todo, nos enseña que la complacencia es el enemigo de una sociedad pacífica y justa.

Sin embargo, para poder entrar en acción, el problema debe ser diagnosticado con el objetivo de que la gente sepa a dónde dirigir sus energías. No hay duda de que, desde el primer capítulo, «Las sombras de un mundo cerrado», Francisco entiende la complejidad de la crisis que enfrenta nuestra especie: además de la crisis existencial que ha llevado a la desintegración de las comunidades y las relaciones sociales, el pontífice describe el panorama sombrío de una humanidad que está sufriendo lo que él llama «una tercera guerra mundial en etapas», la cual, junto con el hambre y la trata de personas, representa un ataque sostenido a la dignidad de la persona humana.

Asimismo, el papa comprende la necesidad de matizar y contextualizar la creación de una nueva visión de la humanidad, por ejemplo, hay referencias al «Brexit» y las políticas populistas que han llevado a que «la exageración, el extremismo y la polarización se conviertan en herramientas políticas». También observa el resurgimiento del racismo y la desintegración de las relaciones intergeneracionales, todo lo cual demuestra el individualismo innato, la falta de empatía y el nacionalismo agresivo que se encuentran en el núcleo de la crisis mundial, cuya solución «exige un compromiso decisivo» de las personas, políticos y líderes religiosos.

En este sentido, los políticos necesitan reorientar su mentalidad lejos del individualismo, en busca de un compromiso con el bien común y lo que el Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz ha denominado «amor social»: «una fuerza capaz de suscitar vías nuevas para afrontar los problemas del mundo de hoy y para renovar profundamente desde su interior las estructuras, organizaciones sociales y ordenamientos jurídicos». De esta forma, la política debe convertirse en una vocación de servicio, caridad y generosidad, más que en un medio para ejercer el poder.

Por su parte, los dirigentes religiosos deben entablar un diálogo entre sí para «despertar las fuerzas espirituales que fecunden toda la vida en sociedad» y así evitar la distorsión de las creencias religiosas que conduce a la violencia.

En última instancia, se trata de una encíclica que nos enseña que dependemos unos de otros para prosperar y alcanzar nuestro pleno potencial como seres humanos. Como bien dice el Papa Francisco: «Ojalá que tanto dolor no sea inútil, que demos un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros, para que la humanidad renazca con todos los rostros, todas las manos y todas las voces, más allá de las fronteras que hemos creado».

Notas de referencia:

[i] https://www.nytimes.com/es/2018/05/22/espanol/resena-documental-papa-francisco-wenders.html

[ii] http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20060526_compendio-dott-soc_sp.html

[iii] http://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20201003_enciclica-fratelli-tutti.html

 

Carlos Hinojosa*

*Escritor y docente zacatecano

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