Un reciente meta-análisis publicado en el prestigioso Psychological Bulletin ha confirmado lo que muchos sospechábamos desde hace tiempo: pensar de forma crítica no sólo es un trabajo duro, sino también mentalmente agotador y a menudo desagradable.
El estudio, dirigido por los psicólogos Louise David, Eliana Vassena y Erik Bijleveld, descubrió que el esfuerzo mental se halla vinculado sistemáticamente a las emociones negativas en diversas tareas y grupos sociales, revelación que sugiere que el pensamiento crítico, a menudo celebrado como una habilidad esencial para el éxito personal y profesional —sobre todo de manera reciente en la llamada «Nueva Escuela Mexicana»—,[i] tiene un costo psicológico real:
«En general, el esfuerzo mental se sintió aversivo en diferentes tipos de tareas (por ejemplo, tareas con y sin retroalimentación), en diferentes tipos de poblaciones (por ejemplo, poblaciones con educación universitaria y poblaciones sin educación universitaria), y en diferentes continentes, apoyando las teorías que conceptualizan el esfuerzo como un coste, sugerimos que el esfuerzo mental es inherentemente aversivo».[ii]
Como pueden apreciar los amables lectores, esta nueva revisión meta-analítica respalda científicamente lo que numerosas personas sienten desde hace tiempo en su vida cotidiana: pensar mucho es incómodo.
El estudio, publicado en el número de septiembre de 2024 del citado Psychological Bulletin, reúne datos de más de 170 análisis realizados en 29 países, los cuales examinaron a más de 4,600 participantes, cuyos resultados muestran claramente que el esfuerzo mental, especialmente en tareas que exigen atención sostenida y concentración cognitiva, es inherentemente aversivo.
Dicho meta-análisis revela que personas de distintos ámbitos —desde estudiantes hasta trabajadores sanitarios y militares— manifiestan emociones negativas cuando realizan actividades que exigen un gran esfuerzo mental: ya se trate de resolver problemas complejos, navegar por entornos de realidad virtual o realizar tareas de rendimiento cognitivo, cuanto más esfuerzo requería la tarea, más desagradable les resultaba a los participantes.
Los investigadores sostienen que este malestar es universal y sugieren que el esfuerzo mental puede conceptualizarse como una forma de costo psicológico. Además, el equipo de investigación empleó el Índice de Carga de Tareas de la NASA,[iii] una herramienta muy utilizada para medir la carga de trabajo cognitivo, con el fin de evaluar las experiencias de esfuerzo y malestar emocional de los participantes.
A medida que profundizaban en los datos, el equipo descubrió una sólida correlación entre el esfuerzo mental y el afecto negativo, es decir, cuanto más exigía una tarea que alguien pensara críticamente o resolviera un problema, peor tendía a sentirse al respecto.
De hecho, la teoría de la evolución podría explicar por qué el pensamiento crítico puede ser tan agotador mental y físicamente, ya que, cuando realizamos tareas que exigen un gran esfuerzo cognitivo, resulta obvio que se agotan nuestros recursos mentales. Sin embargo, nuestros cerebros han evolucionado históricamente para conservar energía, como resultado, el malestar que sentimos durante el pensamiento complejo podría ser la forma que tiene el cerebro de indicarnos que necesita descansar y recuperarse.
En otras palabras, aunque la sociedad moderna valora el intelecto y el pensamiento complejo, nuestros cerebros siguen estando programados para evitar actividades mentalmente agotadoras siempre que sea posible, lo cual podría explicar por qué muchos procrastinan o rehúyen tareas que requieren una profunda concentración, como estudiar para los exámenes, preparar informes detallados o incluso reflexionar sobre decisiones vitales difíciles.[iv]
Asimismo, lo que distingue a esta reciente publicación es su alcance y diversidad: los 170 estudios analizados abarcaban diversos tipos de tareas y poblaciones, desde deportistas aficionados hasta estudiantes universitarios o trabajadores sanitarios y, a pesar de la amplitud de la muestra, los resultados fueron sorprendentemente coherentes: sin importar que los participantes se encontraran en Europa, Norteamérica o Asia, y el tipo de tarea que estuvieran realizando, el esfuerzo mental resultaba estrechamente relacionado con las emociones negativas.
Curiosamente, el estudio descubrió que sólo un factor moderaba el efecto: el esfuerzo parecía ligeramente menos aversivo para los participantes de Asia que para los de Europa y Norteamérica, por ende, los investigadores sugieren que, en tal caso, podrían intervenir factores culturales: en algunas sociedades asiáticas se hace más hincapié en la disciplina y la perseverancia, lo que podría influir en la forma en que las personas experimentan las tareas mentalmente exigentes. Sin embargo, la conclusión general sigue siendo la misma: pensar mucho suele sentar mal, independientemente de dónde estemos o qué hagamos.
Como podemos deducir, estos nuevos hallazgos tienen profundas implicaciones tanto en el ámbito laboral como en el educativo: en nuestras escuelas, a menudo se anima a los estudiantes a participar en actividades de pensamiento crítico y resolución de problemas.
Y aunque se trata de habilidades esenciales para el éxito académico, los resultados sugieren que los profesores y educadores deben ser conscientes de la carga mental que dichas actividades pueden suponer para los estudiantes, ya que la participación prolongada en tareas mentalmente exigentes, sin descansos adecuados, podría provocar agotamiento o desinterés, sobre todo en el caso de los estudiantes más jóvenes, quienes aún pueden necesitar herramientas emocionales para gestionar tales sentimientos de incomodidad.
Del mismo modo, en nuestros lugares de trabajo abundan las tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido: ya sea analizando datos, redactando informes o ideando estrategias, los empleados nos encontramos con frecuencia en situaciones en las que debemos pensar de forma crítica.
Por tanto, el estudio sugiere a los directivos que sean conscientes de esta carga cognitiva y ofrezcan descansos más frecuentes o un cambio hacia la resolución colaborativa de problemas, lo que podría repartir la carga mental entre un equipo y aliviar parte del estrés psicológico asociado a la resolución individual de problemas.
De igual forma, los resultados también explican por qué la gente es tan susceptible a la desinformación y las «fake news», sobre todo en la era de las redes sociales: el pensamiento crítico necesario para analizar la información falsa resulta intrínsecamente desagradable, por lo tanto, a menudo es más fácil aceptar afirmaciones que parecen plausibles o que coinciden con nuestras creencias preexistentes.[v]
Del mismo modo, una de las grandes preguntas del estudio es si las personas pueden entrenarse para enfrentar mejor las tareas mentalmente exigentes: aunque los investigadores no se centraron en intervenciones específicas, análisis anteriores sugieren que ciertas estrategias podrían ayudar, tales como los ejercicios mentales regulares —la meditación o la reflexión plena—, mismos que pueden mejorar la concentración y reducir, con el tiempo, el impacto emocional negativo del esfuerzo mental.[vi] También las técnicas cognitivo-conductuales, que apoyan para replantear los pensamientos negativos, podrían ayudar a que los esfuerzos mentales difíciles resulten menos desagradables.
De cualquier forma, a pesar de estas posibles alternativas, las implicaciones son que el esfuerzo mental nunca se sentirá del todo cómodo: «La principal conclusión es que el esfuerzo mental a menudo resulta desagradable, independientemente de la tarea o de la persona. Nuestro estudio confirmó un vínculo fuerte y consistente entre el esfuerzo mental y las emociones negativas, como la frustración o la irritación. Esto sugiere que, incluso en situaciones diseñadas para ser atractivas o gratificantes, las personas siguen encontrando el esfuerzo aversivo», dijo al sitio web especializado, PsyPost, Louise David, coautora del estudio y estudiante de doctorado en la Escuela de Educación de Profesiones de la Salud de la Universidad de Maastricht.[vii]
Y aunque los resultados confirman que el pensamiento crítico es desagradable, también ponen de relieve la importancia de equilibrar el esfuerzo mental y la recuperación, por lo que, en última instancia, al reconocer la incomodidad inherente al pensamiento riguroso, podemos prepararnos mejor para participar en las tareas mentales que más importan, sin «quemarnos el coco» en el proceso.
De todos modos, el presente estudio confirma el antiguo refrán de que «pensar mucho pesa mucho».
[i] https://educacionbasica.sep.gob.mx/wp-content/uploads/2024/05/2324_s7_ele_ins_Anexo1_Pensamiento_critico.pdf
[ii] https://psycnet.apa.org/record/2025-07056-001?doi=1
[iii] https://ergomedia.isl.gob.cl/app_ergo/nasatlx/
[iv] https://www.nytimes.com/es/2019/03/26/espanol/como-evitar-la-procrastinacion.html
[v] https://tropicozacatecas.com/2020/07/05/axis-mundi-teorias-de-la-conspiracion-y-redes-sociales/
[vi] https://www.frontiersin.org/journals/psychology/articles/10.3389/fpsyg.2015.02043/full
[vii] https://www.psypost.org/new-study-confirms-thinking-hard-feels-unpleasant/
Carlos Hinojosa*
*Docente y escritor zacatecano