La segunda temporada de VGLY llegó a HBO Max con un recibimiento caluroso por parte del público joven, que desde 2023 ha encontrado en la serie uno de los retratos más auténticos de la escena urbana en México. Estrenada con episodios semanales cada jueves, la nueva etapa retoma la historia (Alerta: SPOILER) justo después del atentado que cerró la primera temporada: el protagonista y el resto del crew despiertan en un hospital, marcados por heridas físicas y emocionales que se entrelazan con la necesidad de seguir creando música y mantenerse a flote dentro de la compleja y competitiva escena de la Ciudad de México.
Creada por Marcos Bucay y Santiago Espejo, VGLY destacó desde su debut por su acercamiento realista a la vida de barrio, a la cultura musical que hoy domina entre los jóvenes —desde el trap y el reggaetón hasta los corridos tumbados y el drill latino— así como a las dinámicas afectivas, familiares y sociales que atraviesan a quienes viven y producen en los márgenes, todo ello con un bien empleado «lenguaje florido», Paquita dixit.[i]
En un país donde el consumo musical juvenil ha tomado vertientes cada vez más híbridas —con géneros como el trip-hop, el hyperpop o los corridos bélicos[ii] compartiendo playlist con Bad Bunny, Natanael Cano o NSQK—, la serie logró capturar ese momento cultural con una precisión pocas veces vista en una producción mexicana.
La primera temporada, de 13 episodios, consolidó esta identidad sonora y visual, integrando la participación del propio Natanael Cano como Lil Vato y construyendo un universo donde la música es tanto lenguaje como refugio. Para la segunda entrega, que contará con 10 capítulos, el equipo creativo y el reparto siguen siendo mayoritariamente mexicanos, reforzando el compromiso de representar la realidad urbana desde dentro y no desde una mirada distante.
En conversación con EL INFORMADOR, dos de los actores que dan vida a personajes clave en esta temporada —Ana Celeste, quien interpreta a Jenny, y Alex Lago, encargado de dar alma a Bubble— hablaron sobre la evolución emocional y narrativa que vive el Vgly Crew,[iii] integrado también por Benny Emmanuel (Vgly), Juan Daniel García Treviño (Flex), Sasha González (Data) y Jesica Vite (Triana).
Ana Celeste comparte que su llegada al elenco fue tan sorpresiva como natural. Aunque al inicio sintió el miedo de integrarse a un grupo ya consolidado, la recepción fue inmediata: «Me daba un poco de miedo porque dije: ‘Híjole, siempre es bien difícil llegar a lugares donde la familia ya está armada’, pero la familia me abrió un hueco y ahora se volvió familia de la vida real también».[iv]
Su personaje se mueve dentro de un entorno profundamente marcado por la narcocultura.[v] Para darle vida, la actriz se concentró en observar cómo operan esos códigos sociales y estéticos que han permeado tanto la música como la vida cotidiana en distintos territorios de México. Inspirada en mujeres que se volvieron virales o mediáticas por su cercanía a figuras del crimen o por la estética buchona,[vi] Ana Celeste construyó una Jenny que combina dureza, vulnerabilidad y deseo de identidad propia.
En esa búsqueda, su relación con el capo El Ceviche (Cid Vela) y, eventualmente, con el «mánager» de la Vgly Crew, Bubble (Alex Lago), abre un conflicto interno donde el amor se vuelve una grieta por donde entra la posibilidad de transformarse.
Por su parte, para Alex Lago, Bubble inicia esta temporada desde un nuevo territorio emocional. Si en la primera entrega lo vimos atravesado por múltiples adicciones, ahora ese vacío lo guía hacia un grupo de ayuda que lo acerca a la religión, y con ello, a una nueva forma de dependencia: «A Bubble le hace sentir muy bien la religión… y se vuelve adicto a la religión… hasta que llega la adicción más poderosa, que es el amor». Sentimiento que, detonado por Jenny, marca un punto de inflexión que llevará al personaje a confrontar sus deseos, sus heridas y su necesidad de pertenecer.
Asimismo, uno de los aspectos más celebrados —y notables en los primeros siete episodios que van de la segunda temporada— es la evolución estética y narrativa de la serie. Alex Lago destaca que el proyecto dio un salto importante: «Se van a encontrar con un proyecto mucho más maduro… Maduró la historia, maduró cada elemento».
En dicho sentido, la dirección de fotografía de Leslie Montero aporta un lenguaje visual más oscuro, sensorial y arriesgado, ideal para narrar la caída y recomposición emocional del crew, mientras enfrentan las consecuencias de las decisiones tomadas en la temporada anterior. Con una audiencia que también ha ido creciendo y sofisticando sus intereses —alimentada por el auge de sonidos urbanos, alternativos y callejeros—, VGLY ha logrado mantenerse relevante al seguir la vibra cultural del momento sin perder autenticidad.
Debemos señalar que tanto la primera temporada como los capítulos ya estrenados de la segunda han recibido elogios por parte del público y la crítica, no sólo por su ritmo narrativo, sino por la fidelidad con la que retratan la escena urbana mexicana contemporánea: estudios caseros, crews independientes, sueños rotos y rutas creativas que pasan por TikTok, por los barrios periféricos y por los ecos de la música que hoy define a toda una generación.
En un panorama donde los jóvenes mexicanos consumen desde corridos tumbados y reggaetón experimental hasta propuestas más atmosféricas como el trip-hop o el cloud rap,[vii] VGLY funciona como un espejo cultural: no romantiza la violencia, pero tampoco ignora el contexto en el que muchos creadores musicales crecen, trabajan y sobreviven, como bien apunta Alex Lago: «Creo que es una serie que tiene corazón… refleja mucho de la sociedad de México en un contexto que no se había tocado antes… lo hacemos desde un lugar muy honesto».
Y esa honestidad es quizá la clave de su conexión con el público. VGLY no pretende moralizar ni suavizar la realidad: la observa, la acompaña y la convierte en una historia donde la música —en todas sus formas, colores y géneros— es el motor de una generación que busca identidad, pertenencia y un lugar en el mapa.
Justamente todo ello es lo que hace de VGLY una de las producciones más singulares del catálogo de HBO Max: un proyecto que crece junto a su audiencia, que dialoga con la cultura contemporánea mexicana y pone en pantalla un ecosistema musical que hoy está marcando tendencia no sólo en nuestro país, sino en toda América Latina.
- La primera temporada de VGLY y los siete episodios que se han estrenado de la segunda se encuentran disponibles en HBO Max.
[i] https://www.youtube.com/watch?v=uU3GnVps_Go
[ii] https://newsroom.spotify.com/2019-05-29/asi-es-como-el-trap-se-mezclo-con-los-corridos-el-genero-fusion-que-se-esta-conquistando-mexico/
[iii] «Crew» significa tripulación en español, pero también puede traducirse como equipo, grupo, personal o banda. Se refiere a un conjunto de personas que trabajan juntas en una tarea común, ya sea en un barco, avión, equipo de filmación o cualquier otra actividad colaborativa.
[iv] https://www.informador.mx/entretenimiento/hbo-max-vgly-vuelve-mas-intensa-que-nunca-20251118-0172.html
[v] La narcocultura es un conjunto de expresiones culturales, estéticas y sociales que surgen en torno al narcotráfico y la vida de los narcotraficantes, incluyendo la música (principalmente los narcocorridos), la moda, el lenguaje y la celebración de un estilo de vida asociado al lujo y la violencia. Este fenómeno es visible en varios países de Latinoamérica y se manifiesta en el gusto por objetos ostentosos, como autos de lujo y joyas, así como en la glorificación de figuras criminales: https://periodico.unal.edu.co/articulos/la-narcocultura-en-mexico-entre-el-poder-y-la-muerte-juvenil
[vi] La estética buchona es un estilo de vida y moda que se originó en el noroeste de México, particularmente en Sinaloa, asociado a la cultura del narcotráfico y el «narcoglamour». Se caracteriza por la ostentación, el lujo exagerado y una apariencia física muy cuidada y llamativa que busca proyectar riqueza y estatus: https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/2025/la-estetica-buchona.html
[vii] El cloud rap es un subgénero del hip hop caracterizado por producciones con un sonido nebuloso, etéreo y lo-fi, influenciado por el trap, el ambient y el chillwave. Las letras suelen ser introspectivas y surrealistas, con un estilo general que crea una atmósfera hipnótica y somnolienta. Fue popularizado por artistas como Lil B y el productor Clams Casino a finales de la década de 2000 y principios de la de 2010: https://www.youtube.com/watch?v=SSuM7Ki5fZY
Carlos Hinojosa*
*Escritor y docente zacatecano
