Axis Mundi: Guerra sin fin


Cuando en 1991 George Bush padre encabezó la Primera Guerra del Golfo Pérsico, bajo el pretexto de «liberar» a Kuwait de los invasores iraquíes, distintas publicaciones en México y Gran Bretaña, sobre todo en los siempre atinados artículos de Robert Fisk en The Independent, señalaron cómo, a partir de la aparición de Estados Unidos en el escenario mundial, dicho país definió desde un inicio su vocación por la guerra, de la cual México fue uno de sus primeros objetivos, durante la invasión de 1846-1848, aunque, de hecho, las hostilidades se remontan a la pérdida de Texas, entre 1835 y 1836.

Curiosamente, sería George Bush hijo quien, después de los extraños y «oportunos» ataques contra las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, llamaría a las cosas por su nombre en un discurso sobre el estado de su nación, en enero de 2002, cuando tras señalar que la invasión contra el Afganistán de los Talibanes era tan sólo el inicio de la Guerra contra el Terror, dejó en claro al resto del mundo que «están con nosotros o contra nosotros». Como bien había profetizado el insigne y desaparecido Eduardo del Río, Rius, desde principios de los 70’s, los EUA se encontraban en un estado de guerra perpetua contra el resto del mundo, algo que ha argumentado sólidamente Oliver Stone en su gran documental La Historia No Contada de Estados Unidos.[i]

En realidad, el concepto de guerra sin fin se ha utilizado desde los años 60’s, cuando se empezó a cuestionar seriamente la participación de Estados Unidos en la Guerra de Vietnam, conflicto que también nos ha legado un monumental trabajo fílmico de parte de la televisión pública de EUA, antes que la Bestia Trump le redujera el presupuesto, por obvias razones. Por fortuna, gracias a Netflix tenemos la oportunidad de verlo en México y Latinoamérica.[ii] En este sentido, la difícil relación que nuestros países han tenido con el ‘Coloso del Norte’, a partir del siglo XIX, la cual ha devenido en guerras abiertas y encubiertas, derrocamientos, bloqueos, golpes de Estado, genocidios, dictaduras militares y un largo etcétera, también ha sido catalogada como «una guerra sin fin».

Al respecto, el historiador estadounidense James Chace argumenta en su libro Endless War: How we got involved in Central America,[iii] que la política estadounidense en Centroamérica se ha basado siempre, desde el intervencionismo de los años 20’s, en la suposición de que la hegemonía estadounidense está amenazada dentro de la región. Según Chace, la participación de EUA en Centroamérica, durante la década de los 80’s, se esforzó por «resistir» el efecto dominó de la propagación de un «golpe comunista», en gran medida mediante el establecimiento de la ‘credibilidad’ del ejército estadounidense. Aunque ante el público tales políticas tenían por objeto disuadir el conflicto, ellas mismas crearon las condiciones para la inestabilidad en la región, lo que favoreció el incremento de la presencia y apoyo estadounidense a sus títeres. Esto resultó en un círculo vicioso que se autoperpetuaba, con efectos que aún padecemos, como la destrucción del tejido social en El Salvador y Honduras, junto con el éxodo de cientos de miles de migrantes centroamericanos que sufren hasta lo indecible en nuestro país, otro holocausto invisible del que tanto EUA como México deberían avergonzarse, como bien lo relata nuestro amigo Emiliano Monge en su magnífica y terrible novela, Las tierras arrasadas (2015).

Quienes crecimos durante las últimas décadas de la Guerra Fría (EUA versus Unión Soviética), bien sabemos que el inmenso despliegue militar estadounidense en América Latina fue motivado, en gran medida, por la lógica paranoica yanqui que surgió como reacción a la Revolución Cubana de 1959, comandada por el finado Fidel Castro. Un argumento similar es presentado por David Keen, economista político y profesor en la London School of Economics. Su libro Endless war? Hidden functions of the ‘war on terror’[iv] argumenta que las estrategias y tácticas de Estados Unidos en la guerra contra el terrorismo utilizan un «marco militarista basado en el Estado», el cual, aunque «contraproducente», tiene una «lógica interna» y una «función psicológica» para responder al trauma de los atentados del 11 de septiembre. Por su parte, el célebre maestro del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), Noam Chomsky, postula que un estado de guerra perpetua es creado y promovido por los miembros de las clases dominantes, ya que les ayuda a mantener sus posiciones de superioridad económica y política.

Además, como ya habíamos apuntado, el periodista británico Robert Fisk, crítico de las políticas occidentales en Oriente Medio, sostiene que los recientes conflictos contra naciones de esa zona del mundo, tras el final de la Guerra Fría, han sido parte de una nueva guerra perpetua.[v] Él sugiere que George Bush Padre lanzó ataques contra Irak, Sudán y Afganistán para distraer a la población de sus problemas políticos internos, al tiempo que tales acciones militares generaban resentimientos contra EUA por parte de la población musulmana, misma que terminaría por tomar la vía de la resistencia armada y el terrorismo que bien conocemos ahora, por ejemplo, Al–Qaeda y su maligna escisión, ISIS. Asimismo, afirma que, a pesar de las victoriosas afirmaciones tras la Primera Guerra del Golfo, las cuales señalaban que Sadam Husein había sido «desactivado», el dictador iraquí volvió a ser objeto de constantes ataques occidentales hasta su ejecución en 2006.

Aunque los primos de allende el Bravo siguen sin reconocerlo abiertamente, y menos aún con el autolavado de cerebro que se están dando bajo la presidencia de la Bestia Trump, del mismo modo en que la intervención estadounidense en Latinoamérica originó el baño de sangre que padecemos desde México a Colombia, la Guerra contra el Terrorismo también hunde sus raíces en los conflictos no resueltos al final de la Guerra Fría. Ésta fue una época de tensiones extremas entre el interés de la Unión Soviética por expandir su visión del comunismo, y los países de la OTAN que operaban en una economía predominantemente capitalista.

Después de haber combatido como un gran aliado contra las potencias del Eje, durante la II Guerra Mundial, la Unión Soviética fue vista como una amenaza para el gobierno estadounidense, y por ende, para sus ciudadanos. Cuando el ejército soviético ingresó a Afganistán, en 1978, Estados Unidos tomó medidas para entrenar a la población de las naciones árabes–musulmanas para combatirlo. Durante la guerra soviético-afgana, bajo la administración de Jimmy Carter, la CIA prestó una inmensa cantidad de ayuda militar y formación a los yihadistas islámicos, al tiempo que ayudó a financiar universidades del islamismo radical en Afganistán, Pakistán e Irak, empleando la bandera religiosa para crear un frente cohesionado contra la URSS. En 1979, Osama Bin Laden fue asignado a la CIA y recibió entrenamiento militar estadounidense. En 1985, el presidente Reagan se reunió con yihadistas islámicos en la Casa Blanca, a quienes bautizó como «luchadores por la libertad», llegando a protagonizar, incluso, la tercera película de la saga Rambo, de Silvester Stallone. Pero todos sabemos cómo concluyó esta historia de amor entre EUA y los extremistas musulmanes.

De forma que llegamos a la actual Guerra contra el Terrorismo, declarada en 2001 tras los atentados del 11 de septiembre; sin embargo, como hemos visto, las hostilidades no iniciaron en tal fecha. En 1996, Osama bin Laden, a quien siempre se presentó como líder de Al–Qaeda, hizo una amenaza a Estados Unidos, al declararle la guerra tras un doble atentado contra sus embajadas en Kenia y Tanzania. Para quienes tenemos algún interés en la belicosa naturaleza de nuestra especie, en dicha ocasión se nos prendió una alarma y retuvimos ese nombre en la mente. En virtud de cómo les gusta inventar escenarios y crear personajes a los primos yanquis, para justificar con habilidad sus atrocidades e intereses, varias personas llegamos a la conclusión de que los EUA estaban preparando un nuevo chivo expiatorio para el futuro cercano, y Bin Laden llenaba por completo tal perfil, ya que desde fines de los 70’s, con la llegada de los ayatolas al poder en Irán, el islam se hallaba en la reserva de posibles enemigos de la «democracia», una vez que los conflictos internos y las acciones externas terminaran por desmantelar a la Unión Soviética, como finamente ocurrió en 1991.

Por cierto, la animadversión occidental contra el islam es un asunto de larga data, si tomamos en cuenta las Cruzadas y la Reconquista hispana, tal vez por ello, George Bush hijo, en su infinita ignorancia, se refirió a la Guerra contra el Terror como una nueva cruzada, con lo cual unificó a millones de musulmanes en contra de EUA, incluso a quienes repudiaban los atentados del World Trade Center:

Nadie podría haber imaginado que los terroristas suicidas se metieran en nuestra sociedad y luego aparecieran todos en el mismo día para pilotar sus aviones —volar aviones estadounidenses contra edificios llenos de gente inocente— y no mostrar remordimiento alguno. Este es un nuevo tipo de… un nuevo tipo de maldad. Y lo entendemos. Y el pueblo estadounidense está empezando a entender. Esta cruzada, esta guerra contra el terrorismo va a llevar un tiempo. Y el pueblo estadounidense debe ser paciente. Voy a ser paciente.[vi]

En vista de tales palabras, Andrew Bacevich describió la denominación de Bush como algo que demuestra que el combate contra el terrorismo forma parte de una «guerra eterna»,[vii] lo mismo que su otra hermana siniestra, misma que ha ensangrentado a nuestro país hasta niveles realmente dantescos.

La Guerra contra las Drogas fue declarada por el Presidente Nixon en 1971, durante un período en el que tales sustancias eran percibidas como un acto de rebelión por parte de la generación más joven. Esto fue justo después de la contracultura de los años 60’s, cuando las drogas psicodélicas y la marihuana fueron «exploradas» en medio de grandes protestas contra la intervención militar en Vietnam. La Guerra contra las Drogas fue retomada más tarde por la administración de Ronald Reagan, cuando la Primera Dama, Nancy, difundió el mensaje con el eslogan «Sólo di no» a las drogas.

Por razones de la gran dependencia de nuestro país con EUA, también México se vio afectado por la cruzada yanqui contra las drogas, campaña militar y policiaca que, como sucede siempre con los vecinos del norte, asimismo era una excelente oportunidad para hacer negocios y acabar con cuanto «enemigo de la democracia» se encontrara al sur del Río Bravo, lo cual enlaza este supuesto combate con el intervencionismo estadounidense al que nos hemos referido unos párrafos atrás. Por ejemplo, la enorme cantidad de cocaína que se trasladaba desde Sudamérica a la Unión Americana, terminó por originar uno de los episodios más vergonzosos de la historia reciente, conocido como el escándalo Irán–Contras, donde la administración Reagan, en secreto, complotaba con los grandes criminales internacionales para inundar varias ciudades de su propio país con el enervante, con la meta de financiar el ejército contrarrevolucionario (de ahí el mote de «contras») que buscaba derrocar al régimen Sandinista en Nicaragua.

[En] esos mismos años ochenta Ronald Reagan estaba más inmerso en evitar que la Unión Soviética influyera en la región. Estaban las guerras civiles y las revoluciones en Centroamérica. A la CIA, como la agencia de inteligencia de Estados Unidos más importante, el narcotráfico no le importaba absolutamente nada; el objetivo que tenía era evitar a toda costa que los soviéticos tuvieran influencia y presencia en el hemisferio. ¿Cuál es un factor importante para poder actuar en esos años con el escándalo de Irán y los Contras de Nicaragua? ¿Cómo les iban a hacer llegar a estos las armas de Estados Unidos? México comparte una frontera enorme con ese país. Entonces la CIA operaba en México con Félix Rodríguez —que históricamente ha sido una especie de mercenario en el hemisferio, cuya carrera incluye la captura del Che Guevara, por ejemplo—. Este cubano, con las relaciones que tenía con el gobierno mexicano, contactó con el Cártel de Guadalajara. Supongo yo que a sus líderes les ha de haber hecho una propuesta fenomenal a cambio de que le ayudaran con toda su estructura criminal para pasar ilegalmente las armas de Estados Unidos y llevarlas hasta Nicaragua. Por ejemplo: «¿Qué les parece si aprovechamos sus contactos en Colombia, con Juan José Esparragoza, el Azul, para, en esos mismos aviones que trasladan las armas, subcontratados por la CIA a un conocido narcotraficante hondureño, Juan Ramón Matta Ballesteros, nosotros les ayudamos a pasar cocaína de Colombia a Estados Unidos, y cada quien su ganancia?».[viii]

En dicho entorno, los narcotraficantes mexicanos obtuvieron acceso a grandes sumas de dinero y otros recursos, tales como nuevos tipos de armas, sobre todo los fusiles de asalto AK–47 (conocidos popularmente como «cuernos de chivo»), por lo que se sentaron las bases de un nuevo tipo de criminal, más agresivo y sanguinario, propenso al lujo excesivo y que, por lo general, terminaba su corto periodo de poder en un baño de sangre, con lo que inició la actual espiral de violencia que padecemos en nuestro país. Como podemos ver, en el estado de guerra perpetua en el que nos encontramos, todo está conectado.

Notas de referencia

[i] https://vimeo.com/244911466

[ii] https://www.infobae.com/america/cultura-america/2018/06/26/the-vietnam-war-drama-emocion-y-reflexion-en-un-increible-mega-documental/

[iii] Chace, James, Endless War: How We Got Involved in Central America-And What Can Be Done, New York, Vintage Books, 1984.

[iv] Keen, David, Endless war? Hidden functions of the ‘war on terror’, London, Pluto Press, 2006.

[v] ‘Locked in a Orwellian Eternal War’, The Independent, 19 February 2001.

[vi] “President: Today We Mourned, Tomorrow We Work”, georgewbush-whitehouse.archives.gov.

[vii] “Tomgram: Andrew Bacevich, The Eternal War? | TomDispatch”, www.tomdispatch.com.

[viii] “La conexión Irán–Contras–Narcos”, Ariel Ruiz Mondragón, en http://revistareplicante.com/la-conexion-iran-contras-narcos/

Carlos Hinojosa*

*Escritor y docente zacatecano

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