Postcréditos: Agnès Varda


Y a todo esto, ¿quién fue Agnès Varda?

El pasado 29 de marzo, en la ciudad de París, Francia, a la edad de 90 años murió Agnès Varda. En las horas siguientes a su muerte, personalidades del cine como Martin Scorsese, Edgar Wright, Barry Jenkins y Ava DuVernay utilizaron sus redes sociales para mandar, cada uno a su manera, una esquela por el fallecimiento de esta cineasta. Semanas más tarde, el festival de cine de Cannes anunció que el póster oficial para su edición 2019 consistiría en una fotografía de ella dirigiendo su primera película.

Ahora bien, Agnès fue parte de uno de los movimientos cinematográficos más importantes de la historia del Cine, la Nouvelle Vague o Nueva Ola del Cine Francés. Sólo por el hecho de haber sido parte de tan importante movimiento ya le habría garantizado el reconocimiento y la obligada mención honorífica póstuma.

Y tampoco es que estemos hablando de una figura muy oscura, dentro de la historia del cine. Sin embargo, más allá de Francia y de grupos de cinéfilos de todo el mundo, su nombre ha carecido del peso que tuvieron y tienen, actualmente, varios de sus contemporáneos. Sin saber mucho de cine, mucha gente tal vez pueda ubicar los nombres de Godard, Truffaut, Resnais, o tal vez ya los más clavados, a Rohmer, Chabrol, Melville, por mencionar algunos.

El nombre de Agnès Varda siempre estará incluido dentro de la Nueva Ola Francesa, pero casi nunca como la punta de lanza de este movimiento, que sin duda lo fue. Y hay que ser claros, si es innegable la importancia de la Nueva Ola en la historia del cine, entonces hay que colocar en su debida dimensión a una de las precursoras de este movimiento.

Pongamos algo de contexto. ¿Qué fue la Nueva Ola Francesa?

Una mezcla de rechazo hacia las aburridas convenciones del cine francés de ése entonces, agregado a una profunda admiración hacia las películas de Orson Welles, Hitchcock, Chaplin, Nicholas Ray y John Ford, llevo a un grupo de franceses a repensar las posibilidades de lo que puede hacer un director con una cámara.

Las películas que se realizaron dentro de la Nueva Ola fueron tan diversas como lo eran sus creadores, pero tenían en común un interés en la experimentación, ya fuera con la edición, la composición, el mismo formato de la película e incluso con la narrativa.

Aunque directores de la Nueva Ola siguieron haciendo cine hasta ya entrado el siglo XXI, formalmente se dice que ésta duró hasta mediados de los 60’s. Como con cualquier movimiento artístico que llega a romper paradigmas, la importancia de la Nueva Ola no sólo radica en las películas que surgieron en esa época, sino en la influencia e inspiración que les dieron a futuros cineastas.

La Nueva Ola Francesa fue importante. Uno de los momentos de inflexión más decisivos en la Historia del Cine. Ahora bien, las películas que normalmente se dice que

dieron inicio a dicho movimiento son “El Bello Serge”, de Claude Chabrol, que salió en 1958; “Los 400 Golpes”, de François Truffaut, que salió en el 59, y “Sin Aliento”, de Jean-Luc Godard, que salió en 1960. Éstas últimas sin duda fueron las que llamaron la atención del mundo, gracias al éxito que obtuvieron, tanto en crítica como en taquilla.

1958, 1959 y 1960. Ahora bien, la película por la que Agnès Varda probablemente sea más conocida, es “Cleo de 5 a 7”, la cual salió en 1961. Pero esa fue su segunda película. Su ópera prima, “La Pointe Courte”, salió en 1955. Esta película acerca de un matrimonio infeliz que explora las razones de sus problemas maritales mientras recorren un pequeño pueblo pesquero, se caracteriza por una puesta en escena que privilegia el lugar y las tramas tangenciales a la historia principal. Varda pretendía capturar la esencia del pueblo pesquero, utilizando como excusa y ancla, el drama de la pareja. La película no tuvo un gran éxito en taquilla cuando salió, pero fue bien recibida por la crítica. El mismo André Bazin, uno de los fundadores de la importantísima revista de cine Cahiers du cinéma, escribió: “La Pointe Courte es un film milagroso. Por su existencia y por su estilo… Tiene una completa libertad de estilo que produce la impresión… de que estamos ante una obra que obedece sólo a los sueños y deseos de su autora, sin ninguna obligación externa”.

“Libertad de estilo”, sin duda, define la obra de Varda. Tanto en los años siguientes a su debut, con películas como “Cleo de 5 a 7” y “La Felicidad”, como a lo largo de su carrera que duró justo hasta el año de su muerte, las cintas de Agnès se caracterizan por el espíritu libre y creativo de su puesta en escena, reflejo de una autora valiente y atrevida, que juega con las reglas impuestas en el lenguaje cinematográfico, ya sea rompiendo la ilusión de la cuarta pared, borrando la distinción entre documental y ficción, o explorando la relación que tiene la realidad con el cine y viceversa.

Además de su discurso visual, también habría que mencionar el contenido social, moral y filosófico de sus películas. Las protagonistas de “Cleo de 5 a 7”, “Una canta, la otra no”, “Sin techo ni ley” y Jane Birkin, interpretándose a sí misma en “Jane B. por Agnès V.”, son mujeres que se encuentran en momentos de reflexión que las llevan a reconocer y superar eso que Simone de Beauvoir llamaba “inmanencia”. Por otro lado, “La Felicidad” ha sido descrita como una oscura parábola que retrata la sutil indiferencia de la crueldad patriarcal. Aunque Agnès nunca se involucró de manera activa en alguna de las agendas del movimiento feminista, su puesta en escena, la armonía de imágenes poéticas y viscerales, dejan en claro que una mujer se encuentra detrás de la cámara. Asimismo, sus películas narran historias y perspectivas rara vez abordadas a través de la mirada masculina.

También es necesario hablar de su contribución al cine documental. Sus documentales, cortometrajes en su mayoría, abordaron temas grandes y políticos como la Cuba post-revolucionaria, la guerra de Vietnam y las Panteras Negras; así como cuestiones más personales e íntimas, como su propia trayectoria, su relación con el espacio en el que habitaba y su misma familia. Ella misma destaca su primer corto documental “L’opéra-mouffe”, como una de sus obras favoritas. Este corto de 16 minutos también se le conoce como “Diario de una mujer embarazada”, ya que Varda estaba esperando a su primera hija al momento de la filmación. Este título alterno evoca también otra cinta similar, “Hombre con una cámara de cine”, de Dziga Vertov. Ambas cintas carecen de historias concretas, y están más interesadas en utilizar el medio del cine como lienzo para plasmar lugares y personas dentro de situaciones, espacios y épocas concretas. Pero, mientras que Vertov, como buen Marxista, estaba más preocupado por utilizar el cine para crear un lenguaje universal, Varda reconoce ya sus posibilidades poéticas separadas del lenguaje verbal y se

propone a crear un ensayo visual que plasme de manera lírica temas como la sensualidad, la cotidianeidad y la interacción entre individuos y espacios.

En conclusión, vean películas de Agnès Varda. Su cine posee una curiosidad intelectual y calidez emocional que la separa de los demás cineastas de la Nueva Ola. Resulta simplista, aunque puede ser preciso, que el bajo reconocimiento de su obra, en comparación a sus contemporáneos, se haya debido al hecho de ser mujer. También pudo ser que, en palabras de personas que la conocieron, ella era simplemente amable, una persona alegre y contenta, alejada de los habituales arrebatos que caracterizan el temperamento de los artistas. Su sensibilidad artística nacía de su capacidad para observar y apreciar los espacios en los que vivimos y de su empatía para reconocer y tratar de entender a las personas que habitan y transforman estos lugares.

Au revoir.

Escrito por: Heikan

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