Doctor Who: 60 años de fantasía, muerte y regeneración (I) – Axis Mundi


Podríamos pensar que los directivos de la BBC, el venerable servicio público de radio y TV del Reino Unido, no se emocionaron cuando el protagonista de la clásica y sexagenaria serie Doctor Who (Doctor Misterio, como lo conocimos en México a fines de los 70’s) habló con franqueza de por qué le gustaba tanto el programa: «La gente siempre me pregunta: ‘¿Qué tiene la serie que atrae tan ampliamente?’ La respuesta que me gustaría dar —y que no me animo porque no es útil en la promoción de una marca— es que trata sobre la muerte», dijo Peter Capaldi en el 2018.[i]

El actor escocés tiene razón: bajo el caparazón de la premisa del Doctor Who —un alienígena sui generis que viaja por el tiempo y el espacio en una icónica cabina azul de policía— hay una historia de pérdida, exilio y de lo que significa ser mortal e inmortal. Claro, también trata de robots asesinos, al tiempo que una de sus frases recurrentes es «invierte la polaridad del flujo de neutrones», y también la orden que da un militar a sus hombres cuando se enfrentan a un ser demoníaco: «Campeón, con las alas, ahí. Cinco disparos, ¡rápido!». El propio Doctor del título resume bien su vida y el tono de la serie cuando insiste en que se toma en serio «lo que hago… no necesariamente la forma en que lo hago».

Aunque a menudo se le clasifica como ciencia ficción, el poderoso y místico motivo de la muerte en Doctor Who sitúa a la longeva serie en la gran tradición de relatos fantásticos tales como El Señor de los Anillos y Harry Potter. Al igual que dichas narraciones, Doctor Who basa su status mítico en las excentricidades de la cultura británica, evita la deconstrucción[ii] irónica del tipo Monty Python[iii] y florece gracias al motor del «reencantamiento».

Por ejemplo, la muerte está presente de forma más tangible en el elemento argumental icónico del programa: la «regeneración» del Doctor, como explicó Capaldi, «el personaje central muere. Y creo que ése es uno de los misterios más potentes [de la serie]. Porque… eso es lo que pasa en la vida: tienes seres queridos —y luego se van— pero debes seguir adelante».

De hecho, este «misterio» surgió por una feliz casualidad: mientras el pequeño Peter en Escocia se enamoraba del Doctor Who en los años 60, los responsables de la BBC se enfrentaban a un dilema comercial, la serie era un éxito —la «Dalekmanía», una obsesión con los villanos fascistas espaciales, parecidos a un salero metálico, había arrasado en todo el Reino Unido—, pero el protagonista de entonces, William Hartnell, estaba tan enfermo que no podía recordar sus diálogos. Los productores sabían que era necesario despedir a Hartnell, pero, ¿cómo podría existir Doctor Who sin el Doctor?

En cierto modo, esa es la gran pregunta que se plantean las franquicias de larga duración: todo programa de TV se enfrenta a un problema esencial de estructura, la necesidad de crear finitud dentro de un formato esencialmente infinito. Así, la «narración infinita» requiere, según solía decir Stan Lee sobre los cómics, «la ilusión del cambio».[iv]

Sin embargo, como bien señala Borges en El inmortal, para que un relato aborde las grandes cuestiones debe tener muerte: cambio verdadero, no ilusiones, de hecho, el Doctor dice en un momento dado: «Necesitas una buena muerte. Sin muerte, sólo habría comedias. Morir nos da nuestra real estatura». Podríamos señalar que las comedias de situación (sitcoms) se quedan pequeñas e irreales en sus preocupaciones: los personajes de Friends no contemplan la eternidad, sólo la logística de una cita perfecta.

No obstante, la eternidad, la muerte y el cambio están en el corazón del Doctor Who porque creó una «ilusión de cambio» como ninguna otra: el dispositivo ideado para resolver la memoria borrosa de William Hartnell. Todo surgió porque alguien hizo la pregunta correcta: si el Doctor era un alienígena, ¿por qué no podía ser también un metamorfo? Entonces podría ser canónicamente transformado y poseer una verdadera razón para tener una cara diferente.

Y entonces los productores tuvieron una idea genial, desafiando todo instinto corporativo de ir a lo seguro: ¿y si el Doctor cambiara de forma, se «regenerara», en un actor que no se pareciera en nada al protagonista anterior?

Así crearon una convención narrativa que se ha convertido en un ritual décadas después. Desde un punto de vista práctico, la regeneración significa que la serie recibe una inyección de creatividad cada pocos años, cambiando su reparto principal y su tono: el romántico David Tennant (2005–2010, 2022–2023), el pelirrojo Tom Baker y su bufanda de cinco metros (1974–1981, cuyas aventuras transmitía el canal 13 en México a fines de los 70’s), el maquiavélico profesor Sylvester McCoy (1987–1989), todos con un puñado de rasgos comunes, los cuales hacen que se sientan como «el Doctor», pero cada uno como su propio hombre, y mujer, Jodie Whittaker (2018–2022).

A nivel teórico, la regeneración resolvió el problema más esencial de la narración infinita: cuando un actor se va, se siente como un verdadero final, aunque el ritual escénico y la premisa hagan que el siguiente Doctor forme parte de la misma historia. Narración infinita y, sin embargo, finita: brillante. Como mínimo, la regeneración es un reflejo de cómo «todos cambiamos, si lo piensas; todos somos personas diferentes a lo largo de nuestras vidas», y como máximo, es un poderoso momento de resignación a la pérdida de uno mismo, «quemando el viejo yo para hacer uno nuevo». La regeneración es tanto elegir seguir viviendo como optar por continuar muriendo, una rica metáfora paradójica de la existencia.

Concebido en un inicio como un programa educativo para niños, Doctor Who terminó por convertirse en un fenómeno global, tanto que este año, en su 60 aniversario, la serie se distribuye mundialmente a través de Disney+, aunque falta ver si en algún momento también podremos ver las 39 temporadas anteriores en dicha plataforma de streaming, eso sí, acompañados de una guía con toda la información necesaria, la cual debe ser del tamaño de uno de los antiguos directorios telefónicos.

No obstante, debemos anotar que, para el espectador casual, la serie puede parecer impenetrablemente británica: excéntrica, infantil, seria. Y aunque su preocupación por la muerte le confiere una especie de atractivo mítico universal, una parte significativa de su encanto reside precisamente en esa especificidad cultural y en su falta de ironía.

«Seamos francos, Gallifrey [de donde procede el Doctor] es un planeta inglés. Hay algo peculiarmente inglés en el Doctor. Tiene algo de Sherlock Holmes… del Padre Brown,[v] en términos de sabiduría ingenua. El personaje del Doctor se inspira en todo tipo de cosas que, en cierto sentido, son lo mejor del carácter inglés. Ni demasiada arrogancia, ni demasiada miseria, ni demasiada vanidad, ni demasiada falsa modestia, creo que eso es lo que buscamos en el gallifreyano», dijo el célebre actor británico, Stephen Fry, sobre la serie.[vi]

Lo anterior explica por qué al Doctor se le permite ser algo arrogante con las reglas del tiempo. Quizás él tenga algún sentido respecto a una estructura moral subyacente al universo, pero es igual de probable que dicha estructura haya sido legitimada por el poder de su propia gente, una raza con estilo de aristócratas de la edad media tardía, con escofiones y vestimentas cardenalicias, quienes, en un momento dado, le atrapan en una enorme caja tipo rompecabezas, diseñada para obtener su «confesión».

Dado este pedigrí, el Doctor puede considerarse como un «colonialista» espacial, por mucho que le guste negarlo. Paul McGann, quien interpretó al Octavo Doctor (1996, 2013) y es un aficionado a la historia en la vida real, entiende la resonancia cultural del Doctor como representante de un británico viajero: «El Primer Doctor, por supuesto, era muy victoriano. Si no lo sabes, no es importante, pero si lo sabes…», dijo McGann.

En cuanto a la serie, ésta se divide en dos mitades: la antigua, con 27 temporadas, que fue cancelada en 1987, y la «resucitada», que llegó a la televisión en 2005, en la gloria de un noveno Doctor, Christopher Eccleston, con chaqueta de cuero tipo Buffy, la caza–vampiros.

De hecho, McGann protagonizó un fallido piloto de televisión en 1996, en plena «época salvaje», pero representa un testimonio de la generosidad y flexibilidad de los fans el que siempre se le ha considerado «canon», gracias en parte a las radionovelas producidas por los aficionados, medio que se libra del problema de los efectos especiales de la serie, que solían ser mediocres. «Doctor Who es una idea increíblemente brillante. La estructura real, el formato real es tan bueno como cualquier cosa que se haya hecho… tan bueno que incluso puede soportar que no se haga excelentemente bien, como hay que admitir que [se ha hecho]», dijo el futuro showrunner[vii] Steven Moffat, en 1995.[viii]

Aquí es donde entra en juego una seriedad parecida a la de los juegos infantiles: para vender una historia de aventuras decente con un presupuesto televisivo reducido, los actores deben actuar con absoluta convicción. «Todos nos reíamos de que pudiera leerse el papel de periódico en los monstruos de cartón–piedra, pero si se vuelve auto–conocedor, si se vuelve archiconocido, si se vuelve autorreferencial, se destruye. La belleza del Doctor Who era su inocencia: no se burlaba demasiado de sí mismo», continúa Stephen Fry.

Por ejemplo, consideremos que Tom Baker trabajaba en una obra de construcción cuando le dieron el papel. Él también se dio cuenta de la ingenuidad de la serie y tenía una explicación personal de por qué podía comprometerse tanto con ella: «Mi respuesta fue un tanto infantil. Me crie en un ambiente muy religioso, católico romano de Liverpool. Y por eso podía creer en cosas fantásticas, en ángeles de la guarda y voces y seres poderosos que velaban por nosotros y milagros y todo ese tipo de cosas. … Pude aceptarlo todo y no hacer una parodia irónica o lo que fuera», señala Baker.

Quizá por ello, interpretar al Doctor es algo más que ser el simple protagonista de un programa de televisión: en la cultura británica, se trata de un importante embajador cultural. Encontrarse con el Doctor por la calle puede ser diferente a ver a Sean Connery de compras, ya que Connery no era James Bond, era una celebridad. Toparse con el Doctor en persona es como cruzarse con Santa Claus o Gandalf en un bar. Peter Capaldi, famoso por interpretar al malhablado Malcolm Tucker en la genial serie que satirizaba al gobierno británico, The Thick of It,[ix] juró no decir palabrotas en público durante los cuatro años de su periodo como el Doctor.

Por su parte, al día siguiente de la emisión del primer episodio de Tom Baker como el Doctor, la gente lo saludaba por la calle, y en los hospitales infantiles, incluso le pedían que atendiera a niños en coma: tal vez el Doctor pudiera cambiar las cosas. Cuarenta años después, el octogenario actor sigue tomándose selfies con los fans en el supermercado (Continuará).

  • Los especiales del 60 aniversario del Doctor Who se encuentran disponibles en Disney+, a razón de uno cada fin de semana, a partir del 25 de noviembre, como adelanto, suponemos, de la nueva temporada en el 2024, protagonizada por Ncuti Gatwa (actor de Sex Education en Netflix), el primer Doctor afrodescendiente.

[i] https://www.youtube.com/watch?v=TA9bKqTVLe4

[ii] https://definicion.de/deconstruccion/

[iii] https://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/monty.htm

[iv] https://cinefila.mx/la-ilusion-del-cambio-una-mirada-mas-cercana-al-panico-de-los-fanaticos-por-el-superior-spider-man/

[v] https://anikaentrelibros.com/artiliteratura/sugiero-leer-los-relatos-del-padre-brown-de-g-k-chesterton/

[vi] https://www.youtube.com/watch?v=F5gysOEEB9E&pp=ygUWc3RlcGhlbiBmcnkgZG9jdG9yIHdobw%3D%3D

[vii] https://escribecine.com.mx/es/el-showrunner/

[viii] https://www.reddit.com/r/gallifrey/comments/vhrynj/in_1995_steven_moffat_participated_in_a_doctor/

[ix] https://www.filmaffinity.com/mx/film462573.html

 

Carlos Hinojosa*

*Escritor y docente zacatecano

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