«Las muertas» de Netflix, una ácida y dinámica fábula sobre crimen y corrupción – Axis Mundi


La nueva apuesta de Netflix, «Las muertas», es mucho más que una simple serie policiaca: se erige como una ambiciosa y lograda adaptación de la célebre novela homónima del genial Jorge Ibargüengoitia (publicada en 1977), dirigida con maestría y un tono inconfundible por Luis Estrada. La producción no se limita a narrar unos crímenes, construye una sátira feroz y un reflejo distorsionado de un México sumido en la podredumbre institucional, un espejo que, lamentablemente, aún hoy conserva perturbadores visos de actualidad, como esa impactante reinterpretación del escudo nacional, donde un zopilote devora una serpiente sobre un nopal.

La serie ficcionaliza los crímenes de las hermanas González Valenzuela, conocidas históricamente como «Las Poquianchis».[i] En la ficción, adoptan el apellido Baladro, un nombre tan estridente y grotesco como su ascenso y caída. Arcángela y Serafina Baladro (junto con su otra reticente hermana) forjaron un imperio de burdeles en el México de los años 60 con una despiadada crueldad que las convirtió en «asesinas en serie», antes de que el término se popularizara. Esta adaptación, al igual que la novela en la que se basa, no pretende ser un documento histórico exacto, sino una exploración de la leyenda, la corrupción y las múltiples verdades que se ocultan tras los hechos.

Uno de los mayores aciertos de la producción es su estructura narrativa: con seis episodios de más de una hora de duración, el riesgo de un ritmo pausado era evidente. Sin embargo, Estrada y su co-guionista, Jaime Sampietro (con la colaboración de Rodrigo Santos), optan por un relato desde múltiples ángulos y perspectivas. Este enfoque no solo dota de dinamismo a la trama, evitando que decaiga en ningún momento, sino que es el núcleo temático de la obra: en un mundo donde la corrupción lo impregna todo, la «verdad única» es un lujo inexistente. Cada testimonio, cada flashback y cada punto de vista contradice o matiza al anterior, sumergiendo al espectador en el mismo pantano de incertidumbre e incredulidad que debió vivir la sociedad de la época.

Relatar unos crímenes tan brutales y misóginos podía dar lugar a una serie de un realismo sórdido y difícil de digerir, sin embargo, la genialidad de la adaptación reside en haber mantenido el tono de sátira y comedia negra que caracterizaba la prosa de Ibargüengoitia. Este elemento actúa como un mecanismo de defensa, permitiendo al espectador procesar la atrocidad de los hechos sin dejar de ser consciente de su horror. Sin dicho velo de ironía ácida, «Las muertas» habría sido una experiencia insoportablemente oscura. Con él, se convierte en una reflexión tan inteligente como entretenida.

El mundo que retrata «Las muertas» es un ecosistema donde el crimen y el Estado son cómplices simbióticos (justo como lo que estamos padeciendo ahora, sobre todo con los «recién revelados» nexos entre políticos, militares y huachicoleros).[ii] Las jóvenes son mercancía, los asesinatos se monetizan y las fuerzas del orden miran hacia otro lado previo pago. La serie expone con crudeza la misoginia estructural de una época, dibujando paralelismos ineludibles con el presente que resonarán profundamente en el espectador contemporáneo. No es una lección de historia, es un recordatorio de que ciertos males poseen raíces profundas y tenaces.

En varios episodios, además, no se rehúye la sensualidad y el desnudo para sumergirnos en el ambiente lujurioso y canallesco de los burdeles que son el centro neurálgico de la trama, estableciendo desde el principio las reglas de un juego donde el cuerpo femenino es el capital y la perdición.

De este modo, «Las muertas» es una de las propuestas más sólidas y mejor ejecutadas del catálogo mexicano de Netflix. Luis Estrada (como en su filme de 2010, «El infierno») confirma su olfato para criticar la realidad nacional a través de géneros híbridos y una narrativa audaz. La serie honra el espíritu mordaz de la obra de Ibargüengoitia, al tiempo que se erige como una obra independiente y poderosa.

Como podemos apreciar, estamos ante una serie «entretenida» que vale mucho la pena ver. Para quienes conozcan la historia real, descubrirán una fascinante interpretación de la misma. Para quienes no, es recomendable evitar la tentación de consultar Wikipedia hasta después de ver los seis episodios, para permitir que la serie despliegue sus múltiples capas de verdad y mentira con toda su fuerza. Por tanto, hay que prepararse para una experiencia tan incómoda como adictiva.

  • «Las muertas» se encuentra disponible en Netflix desde el 10 de septiembre.

[i] https://elpais.com/mexico/2025-09-12/las-poquianchis-el-caso-real-que-inspira-las-muertas-la-nueva-serie-de-netflix.html

[ii] https://www.dw.com/es/huachicol-la-gota-de-combustible-que-derram%C3%B3-el-vaso-de-la-corrupci%C3%B3n/a-73953906

 

Carlos Hinojosa*

*Docente y escritor zacatecano

 

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