Dos niños juegan a la guerra. Por la casa en la que viven y los uniformes que visten, vemos que pertenecen a la clase alta de México. Un título sobrepuesto a la imagen nos complementa la información que hacía falta: Ciudad de México, 1951. Los niños pasan de su jardín al interior de la casa. Uno de ellos carga un rifle que parece de juguete. Ambos emboscan a la empleada doméstica, una adolescente, y la llevan a la sala de la casa donde hacen que se arrodille. A pesar de la brusquedad de los niños, ella sonríe y participa en el juego… hasta que el niño dispara el rifle y la bala cruza la cabeza de la joven. Los dos parecen no darse cuenta de lo que ha sucedido en realidad. Uno de ellos se convertirá en presidente de nuestro país.
Esta secuencia, que arranca el sexto episodio de la segunda temporada de Narcos: México (2018 – ), toma como inspiración el incidente real en el que estuvieron involucrados los hermanos Salinas de Gortari y que dejó como resultado la muerte de una niña de 12 años, quien trabajaba como empleada doméstica para la familia.
Tanto el incidente real como la dramatización que hace la serie de Netflix, dan mucha tela de dónde cortar en cuanto a temáticas de explotación laboral, abuso de poder y obstrucción de justicia, así como cuestiones más metafísicas sobre la naturaleza misma del poder y el carácter de las personas que llegan a ostentarlo. Pero, irónicamente, dentro del arco narrativo de Narcos: México, la secuencia no contribuye mucho a la historia; si se omitiera, no afectaría en lo absoluto al desarrollo de la trama.
Sin embargo, me atrevería a argumentar que la inclusión de este trágico evento dentro de la serie cumple otro propósito, el cual también va de la mano con el discurso temático de Narcos: México, que es el de visibilizar la Historia. Pongo como ejemplo otra secuencia que sucede unos episodios adelante, la cual dramatiza el momento cuando “se cayó el sistema” durante las elecciones presidenciales de 1988. Este infame hecho histórico vive dentro del imaginario colectivo en múltiples escenarios; lo que hace la serie es concretar todas estas especulaciones y darles forma en el instante en el que un anónimo pero poderoso miembro del PRI literalmente grita: “¡Apáguenlo!” a un grupo de técnicos de informática encargados de llevar el cómputo de la elección.
Para bien o para mal, como sociedad tendemos a retener más la información que nos llega de manera visual. Por eso es interesante analizar el impacto que están teniendo las series inspiradas en fenómenos y eventos importantes de México, un país del cual desde hace muchos años se ha dicho que sus habitantes carecen de “memoria histórica”.
Muchas de las reacciones que he escuchado van sobre la línea de la validación del imaginario colectivo. Tal vez en la realidad no sucedió que un funcionario del PRI literalmente bajara la palanca de fusibles para tumbar el sistema de conteo electoral, pero esta libertad creativa está amparada en las investigaciones históricas de diferentes instituciones y numerosos testimonios que corroboran el fraude electoral de 1988.
Aun así, el tema de las libertades creativas dentro de las ficciones históricas es delicado porque se puede correr el riesgo de darle un contexto completamente diferente a lo que se está dramatizando. Ya había mencionado en una columna previa que existen, dentro del séptimo arte, numerosos ejemplos de historias inspiradas en hechos reales, en las que un buen arco narrativo logra justificar, racionalizar e incluso expiar actos inmorales, ganándose así la
simpatía de la audiencia. La ficción tiene ése poder y es responsabilidad de los realizadores tratar de saber qué tipo de respuestas y reacciones buscan generar con su obra.
Otro ejemplo interesante que demuestra el poder de estas obras de ficción al momento de relatar hechos verídicos, y en particular aquellos que han sido convenientemente olvidados, es el de los disturbios raciales que ocurrieron en la ciudad estadounidense de Tulsa, Oklahoma en 1921, los cuales forman una de las bases narrativas de la serie Watchmen (2019), de HBO. Durante casi 100 años, esta tragedia se convirtió en un secreto a voces dentro de la población de ese estado, hasta que los creadores de esta serie decidieron incorporarla a su narrativa.
El interés que generó esta nueva adaptación de la obra de Alan Moore reavivó también la curiosidad de la gente que ignoraba la realidad detrás de las impactantes escenas iniciales del primer episodio. Tal fue la magnitud, tanto de la omisión histórica como de la indignación generada por la misma que, mientras escribía esta columna, salió una noticia en la que se informa que, a partir del próximo año escolar, este evento será agregado al temario escolar de todas las escuelas de Oklahoma.
Ése también es el poder del discurso visual que ofrece la ficción e ilustra también la importancia de darle visibilidad a narrativas olvidadas.
Escrito por Heikan
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