Axis Mundi: Niños soldados, holocausto invisible


El 12 de Febrero ha sido instituido como el Día Internacional contra la Utilización de Niños y Niñas Soldados, circunstancia que en el continente africano ha alcanzado niveles de una pesadilla en la que todos somos partícipes, debido al juego consumista en cuanto a dispositivos electrónicos se refiere, ya que tanto teléfonos móviles como computadoras portátiles, y un largo etcétera, no podrían existir sin el coltan, mineral con el que se fabrican componentes esenciales para el funcionamiento de dichos gadgets. Las mayores reservas del coltan se encuentran en la región central de África, donde la lucha por este recurso se ha incrementado al grado de dejar más de 6 millones de muertos, al tiempo que los combates por su control se han extendido, desde el Congo hasta países como Sierra Leona y Uganda —con el agravante de un brote de ébola en esta última nación, que no lo había padecido con anterioridad—.

Y es esta guerra la que ha provocado el aumento de la presencia de los niños soldado, asunto que ha llamado la atención de varios cineastas, por ejemplo, Cary Joji Fukunaga (recién elegido para filmar la próxima cinta de James Bond), quien provocara controversia en 2015, con Bestias sin patria (Beast of No Nation), basada en la novela homónima de Uzodinma Iweala. Aunque el debate sobre este filme se centró en la nueva forma de distribuir películas producidas o cuyos derechos fueron adquiridos por Netflix, quien decide estrenarlas en el cine y en su servicio streaming, simultáneamente, ‘violentando’ los acuerdos con las grandes productoras de Hollywood, las críticas a la cinta de Fukunaga fueron más que favorables: «Sin duda, una de las películas más bellas sobre algo sumamente desagradable, la envolvente y profundamente conmovedora Beasts of No Nation, de Cary Joji Fukunaga, es una experiencia desoladora».[i]

Sin embargo, este holocausto africano que nos rehusamos a ver, porque nos conviene seguir cambiando de smartphone, tablet y/o laptop a la menor provocación, ya había sido abordado con anterioridad en el cine, aunque tales filmes no tuvieron la recepción de la película de Fukunaga. Así, tenemos el caso del alemán Marc Forster, director tanto de la aclamada Monster’s Ball (2001, por la cual Halle Berry obtuvo el Oscar a mejor actriz), la cinta de James Bond, Quantum of Solace (2008) —de nueva cuenta, la sincronicidad de Jung— como del hit Guerra Mundial Z (2013), quien aborda el tema de las catástrofes humanitarias en África, y cómo ello cambia la vida de un hombre, en su película de 2011, Machine Gun Preacher («Predicador Metralleta»), la historia real de Sam Childers (interpretado por Gerard Butler), traficante de drogas estadounidense quien, al encontrarse perdido en medio de un vacío existencial, encuentra refugio en la religión.

Pero Childers va más allá: al viajar a una misión cristiana en el sur de Sudán, se entera de que el Ejército de Resistencia del Señor, comandado por Joseph Kony («protagonista» de un controvertido documental en 2012)[ii] —quien busca establecer un estado teocrático en Uganda—, recluta a la fuerza a cientos de niños para convertirlos en combatientes. Ante dicho escenario, Childers empieza a apoyar, de manera pacífica, al Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán, para detener tales atrocidades, hasta que se siente obligado a tomar las armas y combatir a Kony en sus propios términos.

El filme de Forster tuvo una recepción en su mayor parte negativa, ya que los críticos consideraron que la historia tenía varios huecos, o que era demasiado el entusiasmo con el que se mostraba al personaje principal. Sin embargo, la actuación de Butler es excelente, al interpretar a un hombre violento que lucha por contener su naturaleza, además de contar con el gran mérito de ser uno de los primeros productos masivos audiovisuales en presentar, al público occidental, el terrible fenómeno de los niños soldados africanos.

Por su parte, ya en 2008, el francés Jean–Stéphane Sauvaire nos había brindado Johnny Mad Dog («Johnny Perro Rabioso»), filme basado, asimismo, en la novela casi homónima del autor congolense Emmanuel Dongala. Esta producción franco–liberiana sigue las andanzas y tropelías de un grupo de niños soldado del frente Liberianos Unidos para la Reconciliación y la Democracia, durante la guerra civil de 2003 en Liberia. Al contemplar la cinta, sorprende la fuerza y veracidad de los jóvenes actores, casi todos de entre 10 y 15 años de edad, algo que se valora mejor al conocer que la mayoría de ellos fueron combatientes en la realidad. Además, el director contrasta con habilidad la violencia de los actos de esta tropa con un toque de surrealismo, al mostrarnos cómo varios de los niños lucen con orgullo sus vestimentas guerreras: un vestido de novia, unas alas de hada, lo que indica al espectador que, a pesar de las atrocidades que cometen, en el fondo siguen siendo infantes.

Con una cinematografía cercana al documental, Sauvaire nos muestra el proceso de adoctrinamiento de los niños, como se les hace creer que son invulnerables a las balas, al dispararles durante un ritual con AK–47 cargados con salvas, al tiempo que se les hace ingerir cocaína mezclada con cordita. Es tan fuerte este «lavado de cerebro» que cuando se les da la orden de «mantener las posiciones y aterrorizar a la población», lo hacen con la cohesión y disciplina con la que hemos visto actuar a ciertas unidades de ejércitos profesionales en Palestina, Irak, Afganistán y Siria. Por todo lo anterior, el espectador se pregunta dónde ha quedado la humanidad de estos niños y si acaso será posible reintegrarlos a un entorno que no sea el bélico.

Esta última cuestión intenta responderla el filme canadiense, nominado al Oscar 2013 como Mejor Película Extranjera, Rebelle (2012, conocido en inglés como War Witch, «Bruja de Guerra»), escrito y dirigido por Kim Nguyen, cuya narración atrapa desde el principio, al ver que la protagonista, Komona (Rachel Mwanza), le relata al hijo que lleva en su vientre los acontecimientos que llevaron a su concepción, tratando de hallar sentido en ellos e intentar saber si acaso lo aceptará una vez que lo dé a luz. Lo anterior se debe a que, a los 12 años de edad, un grupo de rebeldes, llamados los Grandes Tigres, llegaron a su aldea para llevarse a todos los niños para convertirlos en miembros de su grupo armado. En una de las primeras escenas que impactan al espectador, Komona es obligada a disparar sobre sus padres, para evitarles una muerte peor, a machetazos, por parte del líder de los insurrectos.

Una vez en manos de los rebeldes, la protagonista se verá sometida a la dura vida de un grupo armado que tiene que desplazarse con sigilo por la selva, contando sólo con las parcas muestras de afecto del Mago, un albino que terminará enamorándose de ella. Para Komona todo cambiará cuando, después de una ceremonia iniciática donde se bebe una savia alucinógena, descubre que puede ver los fantasmas de quienes van muriendo a causa de sus acciones. De esta forma, se convierte en una bruja capaz de predecir donde se encuentran las tropas gubernamentales, por lo que es llevada ante el líder de los insurrectos, quien se encuentra en una zona de extracción de coltan, que es la base financiera de su movimiento.

El cabecilla la tomará como su protegida y le brindará toda suerte de privilegios, al considerarla como un amuleto de buena suerte, pero el Mago le hará ver a Komona que todas las brujas de guerra tienen contados los días: sólo viven hasta que sus predicciones sobre el enemigo fallan. Por ello, la pareja decide escapar y casarse después de obtener algo que parecía imposible: un gallo albino. A un tiempo, esta historia resulta trágica, pero también hay en ella un sitio para la esperanza, aunque la reinserción en un ámbito pacífico resultará difícil y dolorosa para Komona, pero, como parece sugerir la alegre banda sonora de este filme, siempre habrá una oportunidad mientras haya vida, como la que lleva en su vientre nuestra protagonista.

Notas de referencia:

[i] «Venice Review: Cary Joji Fukunaga’s ‘Beasts Of No Nation’ Starring Idris Elba», Indiewire. 2 de septiembre de 2015.

[ii] «[Todas estas atrocidades] ya las había hecho el ELS (Ejército de Liberación del Señor) cuando Invisible Children llevó a Internet una campaña (#Kony2012) sin duda efectista que apelaba a las redes sociales a dar a conocer al mundo al salvaje líder del ELS para ayudar así a su captura. El vídeo que acompañó a la iniciativa, simplista según reconocieron ONG pro derechos humanos, reporteros y analistas especializados en Kony, alcanzó pronto los más de 100,000 visionados en YouTube. Celebridades como Oprah Winfrey, Angelina Jolie y Lady Gaga amplificaron el impacto de la grabación. Pero el que sin duda se llevó la palma como portavoz improvisado fue el cantante Justin Bieber. Su mensaje para el hashtag #stopkony alcanzó los más de 27,000 retuits en muy poco tiempo», https://elpais.com/internacional/2017/04/26/actualidad/1493211255_628386.html

Carlos Hinojosa*

*Escritor y docente zacatecano

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