Axis Mundi: Akira, 30 años de un anime excepcional


Ahora que está a punto de concluir el 2018, no podemos pasar por alto que este año se cumplieron tres décadas del lanzamiento de un anime–ciberpunk que cambió por completo el escenario de dicha manifestación cultural nipona, Akira (1988) —disponible en el siempre destacado catálogo de Netflix— de Katsuhiro Otomo, quien también realizó el monumental manga homónimo en el que se basa el filme, manga que, al parecer por cuestiones de la sincronicidad junguiana, está siendo publicado en nuestro país, por Panini Comics, a partir del presente 2018.

Cuenta la leyenda que cuando Otomo vio la primera prueba animada de su clásica película, se marchó a casa y le dijo a su esposa que la cinta sería un fracaso. El célebre director, como muchos otros creativos, no podía prever el impacto que su película tendría en la animación y el cine más allá de las fronteras de Japón. De hecho, 30 años después, la influencia de Akira se percibe más fuerte que nunca, ya sea porque nos encontramos al borde de la distopía planteada en dicho relato, o por la proximidad del 2019, año donde se ubica la trama, al igual que lo hace otro clásico del ciberpunk, Blade Runner (1982), filme que, sin duda, influyó en Katsuhiro Otomo.

Cuando Akira llegó a los cines, los espectadores se dieron cuenta de que este anime no se parecía a ningún otro que se hubiera producido en Japón, algo que no era producto de la casualidad, ya que Otomo asumió varios riesgos que los demás directores de anime de la época no se atrevieron a tomar. Opciones que, probablemente, provocaron el enorme presupuesto del filme, 1,100 millones de yenes (aproximadamente 8 millones de dólares).

En Akira se emplearon más de 160,000 celdas de animación para crear las escenas detalladas y el movimiento fluido que caracteriza la película. El uso de la animación por celdas significaba que los animadores tenían que ilustrar el fondo, el centro y el primer plano de cada escena en tres celdas diferentes. Se trata de un proceso detallado y lento que, desde entonces, ha caído en desuso, sobre todo por los avances en la animación por computadora.

Sin embargo, dicha técnica también permitía presentar paisajes urbanos y fondos detallados, incluso las luces de las ventanas fueron coloreadas individualmente para añadir calidez a la ciudad de Neo–Tokio. De hecho, el uso de la luz en la película hace que la urbe luzca como un personaje principal. Sin la técnica mencionada, el escenario de Neo–Tokio, tras la III Guerra Mundial y antes de los Juegos Olímpicos de 2020 —otra sincronicidad— no se habría sentido tan vívido ni tan pleno de texturas.

Otomo, además, se atrevió a utilizar un grabador de acción rápida para probar la fluidez de la animación durante la etapa de producción, lo cual significó más trabajo para los animadores, quienes tuvieron que limpiar escenas imperfectas. Sin embargo, este nivel de atención al detalle originó que Akira no tuviera el movimiento rígido o los fondos genéricos que se encuentran en otros célebres animes, tales como Astro Boy y Robotech.

El director nipón también optó por emplear diálogos grabados previamente al resto de la producción, algo que sentó un precedente dentro del anime, ya que ello dio a los animadores la oportunidad de hacer coincidir el movimiento de los labios de los personajes con sus líneas habladas. El proceso fue laborioso y costoso, sin embargo, se logró que los personajes parecieran hablar como personas reales, en lugar de marionetas sin alma, como en el clásico Meteoro (Speed Racer), por citar un ejemplo.

Pero Otomo no se detuvo ahí: decidido a construir un mundo que pareciera real y futurista, utilizó gráficos por computadora para añadir pequeños pero importantes detalles a la película. El «indicador de patrones de actividad psiónica», que el doctor Onishi estudia cuidadosamente a lo largo de la película, fue generado por ordenador y le dio al filme un fresco aire de ciencia–ficción. Y el uso del Synclavier, uno de los primeros sintetizadores musicales, produjo sonidos extraños y alienígenas que se escucharon durante toda la película. Todos estos elementos se combinaron para crear un entorno urbano perfectamente ejecutado.

Y, antes de que se trazara una sola nota de la banda sonora, Otomo reclutó al colectivo musical Geinoh Yamashirogumi para componer el soundtrack. Al igual que en el clásico Cowboy Bebop, el aspecto visual se inspiró en la música que el grupo creó. Por cierto, la ecléctica agrupación, versada en múltiples estilos de música, produjo una obra maestra que mezclaba sonidos corales con instrumentos de percusión, cuyos acordes aumentaron la sensación de estar atrapados en una jungla urbana futurista, lo cual resultó en una experiencia de inmersión superior a la de otros proyectos animados.

Akira no sólo se destacó del resto del anime: cuando la película llegó a Occidente, también cambió la industria de la animación. Hasta su lanzamiento, los relatos animados occidentales se promocionaban sólo para los niños. Disney, Warner Bros. y Hanna–Barbera, con sus inocentes tramas y su simple animación, ni siquiera habían soñado con una base de fans más madura. Pero Akira era diferente: un relato lleno de corrupción, violencia, experimentos secretos, adolescentes rebeldes y algunos chicos raros con habilidades telequinéticas. A diferencia de Astro Boy y otros animes hasta ese momento, no intentó mezclarse adoptando una estética estadounidense que hiciera pensar al público que se trataba de una creación occidental, ni transportaba a los espectadores a un bosque inocente con animales cantando. Akira obligó a los espectadores a enfrentarse a la realidad, representando una distopía hiperrealista, con ecos a los ataques nucleares yanquis en Hiroshima y Nagasaki, que golpea demasiado la doble moral de los EUA.

El anime de Otomo no toma de la mano al público. Todos los personajes que encontramos, desde Kaneda hasta Kei y Tetsuo, están dañados de alguna manera. Pero no tienen tiempo para lidiar con su trauma, de hecho, durante la mayor parte del filme luchan por reaccionar y adaptarse a situaciones que escapan a su control. Los personajes de Akira toman decisiones inmorales y no todos tienen un final feliz. Pero a los espectadores y críticos les encantó, todo un logro que allanó el camino para que animes más maduros llegaran a Occidente, por ejemplo, Cowboy Bebop, Neon Genesis Evangelion, Elfen Lied y Ghost in the Shell.

Akira recaudó 49 millones de dólares en todo el mundo. El éxito internacional de la película sorprendió a muchos, incluyendo a Otomo. En una entrevista, el director admitió que no creó la película pensando en un público extranjero, de lo cual parecen haberse percatado Steven Spielberg y George Lucas. Este famoso dúo rechazó la película cuando se le ofreció la oportunidad de distribuir Akira en los Estados Unidos, en 1988. No pensaron que la cinta fuera atractiva para el público occidental. Pero lo fue y, lo que es más importante, no tuvo que cambiar su argumento para lograrlo. Incluso hoy en día, las compañías siguen editando anime para adaptarlo a audiencias fuera de Japón. Por lo tanto, no resulta una hazaña menor que Akira pudiera tener éxito sin recortar la violencia (como se hizo ad nauseam en Robotech) o diluir su diálogo.

Lo anterior fue especialmente significativo, ya que incluso las referencias y los nombres en japonés, con frecuencia, se eliminaban durante el proceso de adaptación. De hecho, la película de la que el público se enamoró era descaradamente japonesa, y todo mundo se dio cuenta. Las problemáticas y animadas calles de Neo–Tokio quedaron grabadas en los corazones de los cinéfilos extranjeros. Sin embargo, a pesar de las declaraciones de Otomo sobre su público objetivo, Akira está llena de referencias a la cultura pop occidental. El propio Neo–Tokio se parece a la representación de Los Ángeles de Blade Runner y, como ya mencionamos, ambos filmes están ambientados en 2019.

Como tal, Akira se sentía, a un mismo tiempo, extranjera pero también extrañamente familiar. No estaba desfasada con las películas de ciencia ficción que dominaban las taquillas occidentales de la época, incluso se veía igual de bien. Después de todo, los proyectos de animación no se enfrentan a las mismas restricciones presupuestarias o tecnológicas que los filmes de acción real. El éxito de la cinta hizo que el anime pasara a un primer plano en la mente de la gente, y el público quería más. Finalmente, Occidente estaba abierto para apreciar la animación de otros lugares del mundo.

Akira no sólo tomó prestado de la cultura pop, sino que le agregó algo más a ésta. Muchas películas, series e incluso músicos han hecho referencia al icónico anime. La popular moto de Kaneda aparece en una secuencia del filme Ready Player One (2018), de Spielberg, y el video musical de Kanye West, para la canción «Stronger», rinde homenaje a la innovadora cinta. Este anime ciberpunk, asimismo, influyó en toda una generación de futuros cineastas de Hollywood. Rian Johnson (The Last Jedi) declaró en Reddit que Akira fue una de las inspiraciones detrás de su célebre filme de ciencia ficción Looper (2012). Del mismo modo, el ahora clásico de Otomo ha influido, grandemente, en la serie de Netflix de los hermanos Duffer, la aclamada «Stranger Things» (2016-), por lo que no es extraño (no pun intended, como dicen los ingleses) que ambas narraciones se centren en niños con capacidades telequinéticas.

El protagonista de Looper, Joe, posee poderes que, se supone, lo convertirán en una terrible amenaza en el futuro, lo cual hace referencia a la monstruosa transformación de Tetsuo hacia el final de Akira. Por otro lado, los hermanos Duffer, con el personaje de Once, parecen concentrarse más en el tema central del anime: la experimentación con niños. Un episodio de la segunda temporada, incluso, nos presentó a Once sincronizándose con otros adolescentes poseedores de poderes misteriosos, muy parecidos a los Espers en la destacada obra de Otomo.

Los temas maduros y el mensaje filosófico de Akira también abrieron la puerta a la animación occidental dirigida a los adultos. Sin el filme de Otomo no se hubieran realizado programas como Los Simpsons, Archer y otros grandes exponentes de la animación, tales como Æon Flux, de MTV, y Batman: The Animated Series, de Warner Bros, por citar sólo un par de ejemplos.

Como podemos apreciar, los riesgos que Katsuhiro Otomo asumió empujaron a las empresas de animación a aspirar cada vez a lo más alto. Las narrativas inteligentes, los escenarios detallados y los estilos de animación de vanguardia, alcanzados por el anime que nos ocupa, dieron nueva vida a nuestros relatos de ficción actuales. Sin duda, muchas de las grandes películas, así como series de animación y ciencia ficción de nuestra época, tienen una gran deuda con Akira.

Carlos Hinojosa*

*Escritor y docente zacatecano

 

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