Axis Mundi: Smartphones, el nuevo opio del pueblo


De acuerdo con Pavel Duda y Frank W. Marlowe, en su artículo científico para Human Nature, las actitudes y actividades que prefiguraban el surgimiento del pensamiento religioso, en nuestra especie, bien pudieron estar presentes mucho antes de que se dividieran las ramas evolutivas entre los pre–homínidos y nuestros ancestros directos.[i] De ser éste el caso, durante la mayor parte de la historia de la humanidad, la organización social se ha basado en las prácticas de fe.

En virtud de lo anterior, y como, cosas de la sincronicidad junguiana, acaba de comentarme un amigo del área de Derecho, la religión —que se aparta de la filosofía cuando da sentido a nuestra existencia a través de la referencia a un ámbito trascendentalmente distinto— ha sido el método para resolver las disputas al interior de las poblaciones locales, así como entre ellas.

Como lo manifestó en su momento Graham Hancock, a pesar de la histeria del «sacerdocio dogmático científico»,[ii] el descubrimiento de la comunidad urbana más antigua hasta el momento, Göbekli Tepe en Turquía,[iii] indica que, desde el inicio de la vida en sociedad, las congregaciones humanas se construían alrededor de lugares de oración comunitaria, que luego se transformarían en los primeros templos, a los cuales luego se añadirían los mercados o bazares y las escuelas, que a menudo eran el lugar de enseñanza religiosa. Estos espacios generaron capital social, creando lazos de confianza y afecto mutuo entre personas que, a pesar de sus diferencias, necesitaban llevarse bien.

En nuestro 2019, parafraseando a Mark Twain, los informes sobre la muerte de Dios han resultado muy exagerados. De hecho, la religión está en ascenso en todo el mundo, aunque hay quien adjudica tal hecho a la circunstancia de que las personas religiosas se dedican a procrear más que los ateos.

Por lo que podemos apreciar, el pensamiento secular prospera en la ciencia y en las academias, sin embargo, no ha reemplazado a la fe en la totalidad de los asuntos humanos. Pero el ámbito religioso tiene un nuevo y poderoso rival, uno, además, que al parecer desempeña funciones muy similares y se apodera irresistiblemente de nuestra atención: se llama Internet.

Ubiquémonos en el gran florecimiento intelectual de la Bagdad del siglo VIII, o de la Florencia de los Medici. En tales lugares, la religión era el aire que se respiraba, el nutrimento de todos los días, el código subyacente a toda interacción social. Internet hace lo mismo por nosotros en estos días: como «La esfera de Pascal» de Borges, el ciberespacio está en todas partes y en ninguna, se ha convertido en el ruido de fondo omnipresente en cada comunidad humana, hecho perceptible merced a los smartphones, esos artilugios con forma de mini–espejo mágico en nuestras manos.

El reino trascendental al que se refería la Iglesia en tiempos de los Medici, podían contemplarlo los ciudadanos pintado en los techos de sus hermosas iglesias, además, estaba escrito en las paredes de sus palacios. ¿Y qué es YouTube, esa Narnia digital, sino un reino trascendentalmente diferente, al que aspiran nuestros niños y adolescentes, quienes ya no quieren estudiar para poder convertirse en youtubers?[iv]

Las congregaciones de la antigüedad tienen, en nuestros días, un paralelismo con las comunidades que se reúnen en línea, desde el grupo privado WhatsApp donde los vecinos se organizan para cuidar sus calles y/o planear las próximas fiestas de cumpleaños, hasta las reuniones de cientos de miles de personas, en un grupo de Facebook, que pretenden tomar por asalto la mítica Área 51.[v] A fin de cuentas, puede ser que estas congregaciones modernas resulten más débiles que las antiguas, al no estar basadas en una conexión «de los cinco sentidos» con el mundo real, además, sus participantes a menudo pertenecen a muchas congregaciones, cuando los religiosos sólo se adhieren a una.

Pero el objetivo de la congregación siempre ha sido la solidaridad y la piedad comunitaria, expresada a través de la oración, al manifestarse un temor a alguna fuerza superior. No podemos afirmar, por supuesto, que un grupo de WhatsApp formado alrededor de una comunidad de vecinos sea exactamente lo mismo, pero si ponemos en atención en esos lanzamientos de productos de Apple liderados por el difunto Steve Jobs —la mayoría de los cuales todavía están en YouTube—, es posible apreciar, entre el presentador y su auditorio, nada menos que el equivalente a un gran fervor religioso.

Y no sólo porque, así como la religión encontró su expresión a través de instituciones jerárquicas, encima de las cuales estaba se establecía un sacerdocio, del mismo modo, indudablemente, el culto a Silicon Valley nos ha dado una especie de figuras cuasi–sacerdotales. ¿Qué era Jobs, ese budista Zen, sino un guía espiritual para los empleados de Apple, que inspiraba una devoción casi incondicional? ¿Quién es Mark Zuckerberg, sino un utópico que dirige un movimiento de masas, que desea que toda la humanidad sea parte de su esquema? El sacerdocio tenía sus textos sagrados, mientras que los evangelistas tecnológicos de nuestros días encuentran el significado de la vida en el código informático.

En La esencia del cristianismo, su crítica a la religión publicada en 1841, Ludwig Feuerbach,[vi] quizás el más importante de los jóvenes hegelianos, señaló que las religiones creaban alienación, alejando a la humanidad de todo lo mejor de nuestra especie, ubicándola en una tierra celestial a la que jamás accederíamos. La mayoría de la gente de fe debatirá lo anterior, por supuesto. Sin embargo, Karl Marx adaptó la idea de Feuerbach, al transferirla de Dios al Dinero, alegando que fue el capitalismo el que creó la alienación.

Marx, asimismo, absorbió el escepticismo de Feuerbach hacia la religión. Una de sus frases más citadas, pero menos comprendidas, concluía que la religión es «el opio del pueblo». Observemos a nuestros hijos esta noche, pegados como con Resistol a las redes sociales. Mejor aún, mirémonos a nosotros mismos, inquietos y nerviosos si no tenemos nuestro smartphone a la mano. ¿Qué se encuentra ahí, en medio de los circuitos, los datos, el material adictivo y la asombrosa ingeniería, si no el nuevo opio del pueblo?

Notas de referencia:

[i] https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4958132/

[ii] https://tiybos.com/evidence-suggests-pillar-43-at-gobekli-tepe-depicts-a-comet-impact-13000-years-ago-vindicating-the-work-of-author-graham-hancock/

[iii] https://www.labrujulaverde.com/2019/05/un-estudio-sugiere-que-en-gobekli-tepe-se-organizaban-grandes-festivales-estacionales-para-reclutar-trabajadores

[iv] https://www.redalyc.org/jatsRepo/158/15856696012/html/index.html

[v] https://tropicozacatecas.com/2019/07/20/area-51-ovnis-e-ingenieria-social/

[vi] http://www.enxarxa.com/biblioteca/FEUERBACH%20La%20esencia%20del%20cristianismo.pdf

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