Hace 32 años, muchos de nosotros contemplábamos la caída del Muro de Berlín transmitida en directo por CNN, un acontecimiento que entonces se anunció como un triunfo del liberalismo democrático occidental e incluso como «el fin de la historia».[i]
Pero, como bien saben los amables lectores, resulta que, en nuestros días, a la democracia no le va tan bien en todo el mundo. Nada subraya lo lejos que estamos de aquel momento de optimismo irracional —reflejado en el clásico tema de Scorpions, «Winds of Change»[ii]— como la poderosa advertencia que el Comité del Premio Nobel se sintió obligado a lanzar el pasado 8 de octubre de 2021, al conceder su codiciado Premio de la Paz a dos reporteros: «Son representantes de todos los periodistas que defienden este ideal en un mundo en el que la democracia y la libertad de prensa se enfrentan a condiciones cada vez más adversas »,[iii] señaló Berit Reiss–Andersen, la presidenta del Comité Nobel, al anunciar el galardón a María Ressa y Dmitry Muratov.
La distinción a Muratov, cofundador del periódico ruso Novaya Gazeta, y a Ressa, directora general del sitio de noticias filipino Rappler, tiene una enorme importancia, ya que, por una parte, es un llamado a la defensa que la atención mundial puede proporcionar a dos periodistas bajo la inminente e implacable amenaza de los hombres fuertes que dirigen sus respectivos países. Asimismo, resulta importante el mensaje más amplio que el Comité Nobel deseaba transmitir: «Sin los medios de comunicación, no se puede tener una democracia fuerte», como apuntó Reiss-Andersen.
Los casos de los dos galardonados ponen de manifiesto la emergencia de una sociedad civil que busca exigir resultados a sus gobernantes: Muratov, director de lo que el Comité del Premio Nobel describió como «el periódico más independiente de Rusia en la actualidad», ha visto cómo seis de sus colegas han sido asesinados por cumplir su trabajo, al criticar al líder ruso, Vladimir Putin.[iv]
Por su parte, Ressa, antigua reportera de la CNN, está sometida a una prohibición de viajar de facto porque el gobierno de Rodrigo Duterte —el polémico y autoritario presidente filipino—, en un intento evidente de llevar a Rappler a la bancarrota, ha presentado tantos procedimientos judiciales contra el sitio web de Ressa que ella debe ir de juez en juez para solicitar permiso cada vez que quiere salir del país. Quizá eso cambie ahora que la periodista tiene una cita en Estocolmo, pero Ressa probablemente sabe que no debe tener demasiadas esperanzas.
Tres décadas después de la caída de los regímenes totalitarios en Europa del Este, fuerzas oscuras e intolerantes se hallan en marcha por todo el mundo, y los periodistas son los proverbiales canarios en una mina de carbón.[v] Ya no sólo en México —donde el ejercicio de la libertad de prensa suele pagarse con la vida[vi]— los ataques contra ellos son cada vez más descarados: ya sea el espeluznante desmembramiento del disidente y escritor saudí Jamal Khashoggi,[vii] el aterrizaje forzado de un avión comercial para secuestrar a un periodista bielorruso,[viii] o la infame pinta «Asesinemos a los medios de comunicación» garabateada en una puerta del Capitolio de Estados Unidos, durante la insurrección del 6 de enero.[ix]
Este odio irracional hacia los periodistas no conoce ideologías: el desprecio del ex presidente de Estados Unidos, Donald Trump, por la prensa es al menos igualado por el del líder izquierdista nicaragüense, Daniel Ortega, cuya respuesta a sus críticos en los medios de comunicación ha sido encerrarlos, a lo cual se une el cotidiano linchamiento mediático que el mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, realiza contra los comunicadores que difieren de su infame cliché de los «otros datos».[x]
Aquí resulta pertinente señalar algo: lo que hace que las amenazas actuales a la libertad de prensa sean especialmente perniciosas es que no provienen sólo de los sospechosos habituales —los censores gubernamentales y los matones a sueldo—, sino que son amplificadas y convertidas en armas por las redes sociales que reclaman el privilegio de la libertad de expresión, mientras se dejan secuestrar por calumniadores y propagandistas.
Y María Ressa ha hecho una gran labor para exponer la complicidad de estas plataformas en el ataque a la democracia, razón por la cual ella, una entusiasta de la tecnología, construyó el sitio web de su publicación para interactuar con Facebook y, ahora, acusa a dicha empresa de poner en peligro su propia libertad con su enfoque de laissez–faire a las calumnias que suelen propagarse en tal red social, circunstancia que nos lleva a comprobar cómo, en efecto, la libertad de expresión está llena de paradojas.
En este sentido, Ressa y Muratov representan un alto estándar dentro del periodismo de calidad, ya que son investigadores de hechos y buscadores de la verdad, no simples proveedores de «ciberanzuelos».[xi] Sin embargo, ese alto estándar se halla cada vez más en peligro, en gran parte debido a la revolución digital que hizo añicos el modelo de negocio del periodismo de servicio público.
Toda persona sensata y bien informada sabe que el periodismo libre, independiente y basado en hechos sirve para protegerse de los abusos del poder; pero esta actividad se ve cada vez más abatida y suplantada por lo que se llama «contenido», notas seleccionadas algorítmicamente desde fuentes que no son transparentes, diseñadas para crear adicción e impulsar la parcialidad, el tribalismo y la división, como han puesto en evidencia las recientes declaraciones de Frances Haugen, exgerente de producto de Facebook que trabajaba en temas de integridad cívica en dicha empresa.[xii]
Lo anterior plantea un reto para los responsables de las políticas públicas y las democracias que supuestamente representan: ¿cómo regular los medios digitales y seguir protegiendo la libertad de expresión?, ¿cómo apoyar el trabajo intensivo del periodismo y continuar defendiendo su independencia? Como bien pueden deducir los amables lectores, responder a estas preguntas no será fácil, pero la democracia puede estar en un punto de inflexión y, con su reconocimiento a dos periodistas de investigación, así como a la crucial —y peligrosa— labor que realizan en apoyo de la democracia, el Comité Nobel nos ha invitado a iniciar el debate.
Notas de referencia:
[i] https://www.lavanguardia.com/opinion/20161215/412628161602/el-fin-de-la-historia.html
[ii] https://www.youtube.com/watch?v=n4RjJKxsamQ
[iii] https://www.vaticannews.va/es/mundo/news/2021-10/premio-nobel-paz-honra-libertad-expresion.html
[iv] https://www.larazon.es/tags/nobel-de-la-paz/37/?outputType=xml
[v] http://www.contagium.org/historia-breve-5-el-canario-en-la-mina-de-carbon/
[vi] https://tropicozacatecas.com/2021/07/25/axis-mundi-quien-mato-a-manuel-buendia-el-riesgo-de-ser-buen-periodista-en-mexico/
[vii] https://www.dw.com/es/nyt-asesinos-de-jamal-khashoggi-fueron-entrenados-por-ee-uu/a-58009230
[viii] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-57222541
[ix] https://tropicozacatecas.com/2021/01/10/axis-mundi-al-capitolio-por-asalto/
[x] https://www.eluniversal.com.mx/opinion/juan-pablo-becerra-acosta-m/el-goebbels-de-amlo-y-su-mazmorra-mediatica
[xi] https://www.internacionalweb.com/noticias/clickbait-o-ciberanzuelo-que-es-y-porque-eliminarlo
[xii] https://cnnespanol.cnn.com/2021/10/06/facebook-denunciante-cuatro-conclusiones-trax/
Carlos Hinojosa*
*Escritor y docente zacatecano