Axis Mundi — El origen de Cupido: deseo y conflicto


Como bien saben los amables lectores, cada 14 de febrero, «Día del Amor y la Amistad», cuando vemos las imágenes del regordete dios alado Cupido, apuntando con su arco y flechas a las desprevenidas víctimas, pocas veces reflexionamos sobre la singularidad de tal imagen y su nexo con el amor.

De hecho, como les comentaba a mis alumnos —al analizar el poema «Marcha triunfal», de Rubén Darío—,[i] en la cultura romana, Cupido era hijo de Venus, la popular diosa del amor, y de Marte, el dios de la guerra. Sin embargo, de acuerdo con los especialistas, en el mundo clásico, como muestran los mitos y textos, la deidad alada era la protectora de las «relaciones sexuales» y la «procreación». El nombre de Cupido viene del verbo latino cupere, que significa deseo, amor o lujuria. Por ende, la extraña combinación de un bebé con armas letales, junto con unos padres asociados tanto al amor como a la guerra, nos muestra una figura plena de contradicciones: un símbolo de conflicto y deseo.

Por tanto, se trata de una historia que no se percibe en las celebraciones modernas del Día de San Valentín, fiesta que empezó como una conmemoración de Valentín de Roma, presbítero y mártir.[ii] En este sentido, de acuerdo con Candida Moss, estudiosa de teología y la antigüedad tardía, el romanticismo de la publicidad de esta fecha tiene que ver más con la Edad Media que con la antigua Roma, cuando el cupido alado era el favorito de artistas y escritores, para quienes representaba algo más que un símbolo del amor.[iii]

Recordemos que el Cupido de los romanos fue el equivalente del dios griego Eros, origen de la palabra «erótico». En la antigua Grecia, Eros suele ser visto como el hijo de Ares, el dios de la guerra, y de Afrodita, la diosa de la belleza, así como del sexo y el deseo. De esta forma, Eros aparece a menudo en la iconografía griega junto con otros Erotes, un grupo de dioses alados asociados con el amor y las relaciones sexuales.[iv] Tales figuras antiguas se representaban como adolescentes de cuerpos alados que, a veces, se personificaban como un trío: Eros (lujuria), Himeros (deseo) y Pothos (pasión).

Sin embargo, existían versiones más jóvenes y juguetonas de Eros, como las representaciones artísticas del siglo V A.C., las cuales muestran al dios como un infante que tira de un carro sobre un fondo de figuras rojas; además, un famoso bronce del periodo helenístico del siglo II A.C. también lo muestra de niño.

No obstante, en la época del Imperio Romano, la imagen del pequeño y regordete Cupido se hizo más común, por ejemplo, el poeta Ovidio escribe sobre dos tipos de flechas empleadas por la deidad, una que reparte el deseo incontrolable y otra que llena a su blanco de repulsión: «Cupido, entonces, para vengarse, tomó de su aljaba dos flechas, una de oro, que provoca el amor, y otra de plomo, que lo ahuyenta; con aquélla, hirió a Febo; con ésta, a Dafne, para hacer así que el dios amara sin posibilidad de ser correspondido».[v] Debemos señalar que era común esta representación de las deidades griegas y romanas con el poder de hacer tanto el mal como el bien, tal es el caso de Apolo, quien podía curar a la gente de la enfermedad o hacer que una plaga arruinara una ciudad.

Los primeros mitos griegos también dejaban claro que Eros no era una mera fuerza distractora. Al principio de la Teogonía de Hesíodo —un poema que narra la historia de la creación del universo, contada a través de la reproducción de los dioses—, Eros aparece pronto como una fuerza natural necesaria, ya «que afloja los miembros y cautiva de todos los dioses y todos los hombres el corazón y la sensata voluntad de sus pechos».[vi] Este verso era un reconocimiento del poder del deseo sexual incluso sobre los dioses.

Aunque Eros no se limitaba al acto sexual, pues para el filósofo Empédocles, dicha deidad estaba equiparada con Eris, la diosa de la lucha y el conflicto, como las dos fuerzas más influyentes del universo. Para los pensadores griegos, Eros y Eris personificaban la atracción, así como la desintegración a un nivel elemental, los poderes naturales que hacen que la materia dé vida a la existencia y luego la desbarate de nuevo.

En el mundo antiguo, el sexo y el deseo se consideraban parte esencial de la vida, aunque peligrosos si se tornan demasiado dominantes. El célebre diálogo El Banquete de Platón, sobre la naturaleza de Eros, ofrece un estudio de las diferentes ideas respecto al deseo en su época, pasando de sus efectos en el cuerpo a su naturaleza y capacidad para reflejar quiénes son las personas.

Uno de los segmentos más conocidos de este diálogo muestra al comediógrafo Aristófanes cuando describe, con humor, los orígenes de Eros: ahí explica que todos los humanos fueron una vez dos personas combinadas en una, mas los dioses los castigaron por su arrogancia, separándolos en individuos. Por ello, el deseo es en realidad un anhelo de volver a estar completos:

«De aquí procede el amor que tenemos naturalmente los unos a los otros; él nos recuerda nuestra naturaleza primitiva y hace esfuerzos para reunir las dos mitades y para restablecernos en nuestra antigua perfección. Cada uno de nosotros no es más que una mitad de hombre, que ha sido separada de su todo, como se divide una hoja en dos. Estas mitades buscan siempre sus mitades».[vii]

Hoy en día es habitual decir que uno es lo que ama, pero, para los filósofos de la antigüedad, uno es tanto lo que ama como el modo en que lo hace. Así lo ilustra uno de los relatos romanos más memorables sobre Cupido, el cual combina elementos de lujuria con reflexiones filosóficas. En El asno de oro, el escritor norteafricano del siglo II, Apuleyo, sitúa a Cupido en el centro de su narración, en la cual, Lucio, el protagonista convertido en asno, cuenta cómo una mujer mayor le refiere a una novia secuestrada, Carites, la historia de Cupido y sus encuentros con la joven Psique por la noche, en la oscuridad de su habitación.

Cuando ella traiciona su confianza y enciende una lámpara de aceite para ver quién es su consorte, el dios se quema y huye, por ende, Psique debe vagar y completar tareas casi imposibles encomendadas por Venus, antes de que se le permita reunirse con él: «De esta manera vino Psiquis en poder de su marido Cupido, y estando Psiquis en el tiempo del parir, naciósles una hija, la cual llamamos Placer».[viii]

Autores posteriores explicaron la citada historia como una alegoría sobre la relación entre el alma humana y el deseo, con el añadido de que las interpretaciones cristianas se basaron en esta noción, viéndola como un detalle de la caída del alma merced a la tentación, aunque este enfoque ignora la parte de la trama en la que Psique recibe la inmortalidad para permanecer al lado de Cupido y poder alumbrar al «Placer».

Al final, la obra de Apuleyo es una lección sobre la búsqueda del equilibrio entre los ámbitos del cuerpo y el espíritu. El «Placer» no nace de las relaciones nocturnas secretas, sino de conciliar la lucha entre la mente y los asuntos del corazón.

Como podemos apreciar, nuestro moderno Cupido proviene de una larga tradición de conflicto contra una fuerza que ejerce gran influencia sobre las mentes mortales, por lo cual, la exploración de su trayectoria a través de los mitos griegos y romanos muestra la importancia vital de comprender los placeres y los peligros del deseo.

 

REFERENCIAS

[i] https://mundopoetico.es/1776-marcha-triunfal_ruben-dario.html

[ii] https://www.es.catholic.net/op/articulos/34744/valentn-santo.html#modal

[iii] https://www.thedailybeast.com/author/candida-moss

[iv] https://www.ecured.cu/Erotes

[v] http://web.seducoahuila.gob.mx/biblioweb/upload/Ovidio-Metamorfosis-bilingue.pdf

[vi] https://biblioteca.org.ar/libros/158320.pdf

[vii] http://www.suneo.mx/literatura/subidas/Platon%20El%20banquete.pdf

[viii] http://www.repositorio.ugto.mx/bitstream/20.500.12059/484/1/02_asno_oro_apuleyo_ugto_2018.pdf

 

Carlos Hinojosa*

*Escritor y docente zacatecano

Puedes compartir esta noticia en tus redes sociales.
Previous Celebra Fresnillo su primer matrimonio igualitario
Next Reconoce Alan Murillo labor del personal de Salud y Ejército durante las jornadas de vacunación en Sombrerete