Axis Mundi: Género y crimen organizado


Qué nos viene a la mente cuando leemos sobre el tema «Género y Crimen Organizado»? ¿Historias de mujeres jóvenes, hermosas y exóticas que son las amantes ciegas y sumisas de los capos masculinos, igualmente exóticos, pero peligrosos, de los grupos del crimen organizado? ¿Imágenes de chicas adorables, frágiles e inocentes, de quienes se aprovechan los criminales de la trata de personas que operan en las sombras? ¿Hombres que dirigen, incluso desde detrás de las rejas, complicadas redes de tráfico ilegal en todo el mundo? ¿Mujeres astutas y conspiradoras que «se apoderan» de lo que se describe como un submundo predominantemente masculino?

Apoyándose en la fascinación colectiva de la sociedad por la delincuencia organizada —y alimentándola simultáneamente—, las series de televisión y streaming, las películas, los libros e incluso la literatura académica de todo el mundo han ofrecido muchas representaciones de los hombres y mujeres que participan en los negocios ilícitos, que resultan tan rentables.

Al entrar en cualquier librería del mundo, nos encontraremos con una variedad de obras que afirman contar la «verdadera historia» de los traficantes de drogas o de las pandillas transnacionales, como las maras. Por su parte, en los videos y series abundan las hazañas de los miembros varones de los grupos delictivos organizados, así como de los grupos terroristas que actúan en connivencia con cualquiera, desde traficantes de drogas hasta tratantes de personas.

Las mujeres tienden a no estar representadas con tanta frecuencia, pero, cuando lo hacen, suelen quedar relegadas a funciones de apoyo, apéndices tenaces pero deslumbrados por sus homólogos masculinos; a veces se les percibe como mujeres fatales y, en general, no como verdaderamente autónomas. Además, cuando se las representa en posiciones de liderazgo, generalmente es para mostrar lo que les sucedió por ir en contra de su género,[i] con excepción de la María Crucita de Morena en rojo (1994), de Myriam Laurini; la Teresa Mendoza de La Reina del Sur (2002), de Arturo Pérez Reverte, y la Fernanda Salas de Perra brava (2010), de Orfa Alarcón, por citar algunos notables personajes femeninos.

Tomemos, por ejemplo, el caso de Sandra Ávila Beltrán, conocida en los círculos policiales mexicanos, precisamente, como la Reina del Pacífico, quien dirigía una exitosa operación de tráfico de cocaína y acabó en una prisión de los Estados Unidos. O el de la hermana Ping,[ii] cuya rentable carrera de contrabando de migrantes desde China llegó a su fin tras la trágica muerte, por asfixia, de un grupo de personas cuyo traslado ella coordinaba.

La criminología y los investigadores en estudios del género nos han advertido que ninguna de las citadas representaciones es neutral o apolítica. Las historias y narraciones de crímenes comunican mensajes específicos sobre el género, mensajes sobre lo que hombres y mujeres hacen —o no deberían de hacer— que son reproducidos por todos nosotros en el contexto de nuestras vidas.

Tales mensajes están presentes en lo que consumimos a través de los medios de comunicación, pero también en nuestra vida cotidiana y en las interacciones con los demás. Son datos que pueden discutir sólo parcial o superficialmente las experiencias, los desafíos y las perspectivas, pero que se centran, más bien, en los estereotipos que pueden asumirse como reflejo de las realidades.[iii]

Pensemos, por ejemplo, en cómo las personas tienden a asociar, automáticamente, delitos como el tráfico de drogas o el terrorismo con hombres de determinadas nacionalidades, o en cómo las mujeres son las primeras que nos vienen a la mente cuando se menciona la trata de seres humanos. No se trata sólo de mencionar a los hombres y/o las mujeres, sino de cómo se les representa: como violentos, codiciosos e ingeniosos, o como ingenuas, jóvenes y migrantes.

¿Son verdaderas, o incluso válidas, las formas en que se representa a hombres y mujeres en el crimen? ¿Cómo las propias nociones de género de las personas configuran la forma en que se entiende la delincuencia organizada? ¿Por qué las ideas relativas a la nacionalidad y la clase son también una parte tan común de las representaciones de la delincuencia organizada? En resumen, ¿por qué debemos preocuparnos por el género cuando hablamos de la delincuencia, y en particular de la delincuencia organizada?

Podría ser que, para la mayoría de nosotros, la frase «Género y Crimen Organizado» resulte evocadora de una serie limitada de construcciones sociales y personajes famosos, en virtud de lo cual deberíamos de intentar mirar más allá de tales construcciones, a menudo estereotipadas, para proporcionar una caracterización más matizada de las razones por las que es necesario examinar más de cerca el género en el estudio de los asuntos relacionados con la delincuencia organizada.

El género es un factor importante en la forma en que las personas tratan con las autoridades y la ley, junto con la manera en cómo éstas las definen y afectan. Bien sabemos en México que los sistemas entrelazados de poder y desigualdad afectan a las personas de manera diferente. El género, el color de piel y la clase se unen para constituir no sólo las formas en que aprendemos a pensar en los demás, sino que moldean al modo en que los sistemas de justicia penal, en todo el mundo, perciben y castigan la delincuencia organizada.

Por lo tanto, cuando hablamos de la delincuencia organizada y el género no deberíamos referirnos únicamente a los papeles que desempeñan las mujeres en el «negocio», o como los intereses románticos de los traficantes de drogas. El uso de una perspectiva de género nos permite ver cómo la mayoría de los mercados delictivos están altamente influenciados por el género, con las mujeres ocupando algunas posiciones de liderazgo pero, con mayor frecuencia, cubriendo papeles periféricos o de apoyo.

Sin embargo, dichos roles se han convertido, con el paso del tiempo, en los más criminalizados: las mujeres suelen carecer del capital social y financiero que les podría permitir obtener sentencias más indulgentes. Esto, entre otros factores, ha hecho que, en muchas regiones del mundo, haya aumentado el número de mujeres encarceladas por delitos menores.

[i] https://larepublicacultural.es/article10405

[ii] https://es.qwe.wiki/wiki/Sister_Ping

[iii] http://www.revista-critica.es/2020/01/10/mujeres-en-el-crimen-organizado/

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