Axis Mundi – James Bond vs. Sherlock Holmes


En el genial filme American beauty (1999),[i] el peculiar anti–héroe, interpretado por Kevin Spacey —quien ahora se encuentra en desgracia, después de ser un actor estupendo—,[ii] debe asistir a la presentación del grupo de porristas donde participa su hija, aunque tal compromiso le hará perderse el maratón de películas de James Bond, programado en la TV ese mismo día, un hecho lamentable para él. Michael Sragow, del New York Times, aprovecha la escena citada para expresar su desacuerdo con el rumbo tomado por la serie cinematográfica de James Bond durante los 90: «En los años 60, James Bond hacía a los adolescentes desear ser maduros y jugar con los adultos. ¿De qué manera se puede expresar mejor el fracaso de un norteamericano de mediana edad, para encontrar emoción como adulto, que teniéndolo ansioso de filmes de James Bond sin pausa en la televisión por cable?».[iii]

Sragow considera a las cintas del 007 posteriores a las del recientemente fallecido Sean Connery (1930–2020) como parte de una montaña rusa, un parque de atracciones para adolescentes y adultos. Tal vez pocas personas recuerdan que, durante los años sesenta, James Bond era quien influía sobre la sociedad, consolidándose como una referencia cultural creadora de un nuevo modo de ver al mundo. Un ejemplo claro lo tenemos en la reiterada presencia de la amenaza nuclear en las tramas de sus filmes, mientras otros personajes ficticios de la época preferían evadirse de la cuestión. Michael Sragow deplora la pérdida del mencionado status de Bond e incluso cuestiona el calificativo de la serie como «La más larga y exitosa franquicia fílmica en la historia».[iv] Para el crítico neoyorquino es otro personaje inglés quien tiene más relevancia en lo referido a series cinematográficas.

Sherlock Holmes comparte ciertas similitudes con el 007, por ejemplo, ambos son personajes que han pasado de la narrativa al celuloide. Los dos se dedican a resolver enigmas, aunque el ámbito de Holmes es un tanto doméstico, mientras las misiones de Bond lo pueden llevar alrededor del mundo. Tanto el detective como el agente han sido puestos al día en sus respectivas aventuras fílmicas, sin embargo, el salto temporal necesario en el personaje creado por Conan Doyle ha sido más considerable, tomando en cuenta la fecha de su aparición, 1887, lo que puede comprobarse en la más reciente y exitosa adaptación de las aventuras del detective (2010), a cargo de la BBC —y disponible en Netflix—,[v] o las versiones fílmicas de Guy Ritchie (2009 y 2011).

Otro punto de contacto lo es observar cómo, al igual que Bond, Sherlock Holmes ha emprendido tareas para salvar a su patria de un grave peligro: «Así, en Sherlock Holmes y la voz del terror (1942), Holmes frustra un programa nazi de sabotaje y un intento de invasión cuyo cerebro es la cabeza del comité coordinador de Inteligencia Británica, Sir Evan Barham.[vi] Como sucede con los villanos de Bond, Barham es insensible, cruel y desprecia a la gente ordinaria».[vii]

En el terreno de la actuación, se califica a un histrión como exitoso cuando logra ver su entorno con la mirada del personaje interpretado. Si consideramos lo anterior desde el punto de vista de la aceptación del público, encontramos a la afirmación preliminar como verdadera en el caso de personajes sumamente populares, con un atractivo especial a lo largo de su historia, como es el caso de Bond y Holmes: «¿En qué puede estribar el secreto de la fuerza arrolladora de este personaje, que ha saltado las fronteras de todos los idiomas llamados cultos? ¿Por qué las novelas en que nos narran sus aventuras han sido leídas, y lo siguen siendo, por millones de lectores?».[viii] Este cuestionamiento, hecho en base al gran amigo del doctor Watson, puede aplicarse al personaje del 007, en cierta manera, es otro de sus puntos en común.

En la paradigmática obra Historia y discurso: la estructura narrativa en la novela y el cine (1978), en la sección sobre el personaje en la teoría literaria, el catedrático norteamericano, Seymour Chatman, retoma el concepto sobre algunos personajes que llegan a calar hondo en el agrado del público, quien se pregunta sobre su suerte y lo acontecido con ellos una vez que el texto narrativo ha concluido. En El problema final (1893), por ejemplo, Conan Doyle determina acabar con la vida de Holmes, quien no tuvo la oportunidad de reclamarle al autor, como después ocurrirá con algunos personajes literarios —tal es el caso del protagonista de Niebla, de Unamuno—.

Como bien saben los aficionados a las aventuras de Holmes, en el relato citado, el detective inglés se enzarza en una lucha a muerte con su némesis, el profesor Moriarty, y ambos se precipitan a la cascada de Reichenbach, en Suiza. Ante tan trágico final, la consternación de miles de lectores fue de tremenda magnitud, de hecho, un sinnúmero de ellos creía que Sherlock Holmes era una persona real. Por ende, Conan Doyle no tuvo más remedio que continuar con las aventuras de Holmes y su inseparable compañero, el doctor Watson.

«’Después de todo —se dijo sir Conan Doyle, ante tanta insistencia y tanta lamentación—, si el público se empeña en que Sherlock Holmes siga haciendo de las suyas, ¿por qué he de ser yo tan remilgado?’. Ya antes de sir Conan Doyle, aunque sin sus remilgos, más bien con un poco de cinismo, había dicho Lope de Vega aquello de ‘el vulgo es necio, y pues lo paga, es justo…’ En ambos casos, quien tenía razón era el vulgo, y al vulgo debemos las obras inmortales de uno y otro autor».[ix]

Lo comentado hasta ahora nos muestra la enorme carga soportada por los actores a quienes les ha tocado interpretar a personajes tan populares. Una narración, al ser planteada en un medio literario, permite al lector formarse su propia imagen del protagonista, algo imposible en el medio cinematográfico, donde un actor lleva sobre sí toda la responsabilidad de darle cuerpo y alma al personaje. Un medio empleará las imágenes donde el otro lo hizo con palabras, es decir, en la presentación de los personajes al público.

Y, la verdad sea dicha, nunca se les dará gusto a todos. «Mi imagen de Sherlock Holmes no corresponde con la de los actores que lo han interpretado en el cine», frase común entre los millones de aficionados a las novelas del detective inglés. Lo mismo se aplica en el caso de James Bond, con los comentarios de Michael Sragow, por ejemplo, quien parece considerar al finado Sean Connery como el único actor digno de personificar al 007, opinión —aunque algo matizada— compartida por las 14,000 personas que, en agosto del presente año, votaron por el actor escocés como el mejor agente 007 de la historia cinematográfica,[x] cuestión que ya habían señalado varios académicos dedicados al estudio de Bond, James Bond: «[…] La serie de filmes sobre James Bond empezó en los primeros años de la década de los 60’s, fenomenal y persistente en su popularidad. Las películas más notables fueron las primeras [las interpretadas por Connery]: El satánico Dr. No (1962), Desde Rusia con Amor (1963), Goldfinger (1964) y Operación Trueno (1965)».[xi]

Notas de referencia:

[i] Por esa sagrada geometría del azar, Sting dixit, el director de este filme, Sam Mendes, sería seleccionado para dirigir las cintas 23 y 24 de James Bond, Skyfall (2012) y Spectre (2015).

[ii] https://as.com/tikitakas/2020/09/11/portada/1599811765_729893.html

[iii] Michael Sragow, A franchise tries to stay fresh, http://www.nytimes.com/1999/09/12/movies/the–new–season–film–hollywood–marketing–bonds–a–franchise–tries–to–stay–fresh.html

[iv] Ídem.

[v] https://www.netflix.com/title/70202589

[vi] Una trama similar, toda proporción guardada, a la del referido filme Skyfall.

[vii] Black, Jeremy, The Politics of James Bond, From Fleming’s Novels to the Big Screen, Praeger, Westport, 2001, p. 203.

[viii] Amando Lázaro Ros, Prólogo, en Arthur Conan Doyle, Sherlock Holmes, obras completas, Orbis, Barcelona, 1980, p. 10.

[ix] Lázaro Ros, nota introductoria a El sabueso de los Baskerville, en Conan Doyle, op. cit., p. 837.

[x] https://www.radiotimes.com/news/film/2020-10-31/sean-connery-best-james-bond-poll/

[xi] Alan R. Booth, The Development of the Espionage Film, en Wesley K. Wark (Editor), Spy Fiction, Spy Films, and real Intelligence, Frank Cass, London, 1991, p. 149.

 

Carlos Hinojosa*

*Escritor y docente zacatecano

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