Axis Mundi — El Juego del Calamar: capitalismo e hiper–violencia


Como bien saben nuestros amables lectores, El Juego del Calamar, un drama original de Netflix producido en Corea del Sur y dirigido por Hwang Dong–hyuk, se ha convertido en todo un fenómeno de la programación por streaming. Estrenada el pasado 17 de septiembre, en un par de semanas la serie se colocó como el título de Netflix más visto en 76 países, incluido México, donde ha generado todo tipo de comentarios entre estudiantes de secundaria, profesionistas de todos los niveles y el resto de la audiencia, junto con los infaltables memes.[i]

A lo largo de nueve episodios, personas desesperadas —y con deudas impagables— participan, voluntariamente, en una secuencia de seis sádicos y letales juegos de supervivencia. El premio para el ganador es de 46,500 millones de wones (unos 40 millones de dólares). Al principio, los 456 participantes no saben que hay gato encerrado: sólo puede haber un ganador, y (alerta de spoiler) el resto de los concursantes morirá en el camino.

Dicho desenlace se nos anticipa a los espectadores en un segmento previo al inicio del episodio 1, en el que se ve a dos grupos de niños enfrascados en el juego que da nombre a la serie, esencialmente, un «pasatiempo» violento practicado por escolares coreanos: los jugadores luchan por la posesión de un área con forma de calamar dibujada en el suelo. Tanto los atacantes como los defensores deben resistirse a ser empujados fuera del área de juego, ya que, según el comentario, si uno sale del límite, «muere».[ii]

Bien podemos señalar que este tipo de actividades suelen ser metáforas de experiencias vitales: los juegos estructurados como una lucha por la posesión, o con el objetivo de superar a un jugador en posición de control, frecuentemente representan historias sobre la aspiración social y la limitada movilidad en determinadas sociedades. Por ejemplo, en el juego de supervivencia del episodio 1, «Luz roja, luz verde» (también conocido como «Las flores de jamaica han florecido» en Corea, y «Estatuas de marfil» en otras partes del mundo), los participantes pueden vencer si consiguen avanzar sigilosamente cuando la figura de control está de espaldas, si se les ve moverse, son «eliminados» (literalmente, en el caso de esta serie).

La brutal adaptación de los juegos infantiles en el núcleo de la narración de El Juego del Calamar ha capturado, con total acierto, la imaginación de los espectadores del programa, y también proporciona una metáfora sorprendentemente evocadora de la desigualdad socioeconómica en el capitalismo depredador que padecemos.

Las series de televisión coreanas —que son bastante populares en nuestro país[iii]— acostumbran presentar a dicha nación como una sociedad profundamente desigual y violenta. Su traumática historia durante la mayor parte del siglo XX —colonización japonesa, Guerra de Corea,[iv] casi 40 años de dictadura militar y crisis financieras— ha dejado profundas cicatrices psicológicas en el imaginario nacional. Por ende, las oscuras narrativas políticas de la televisión y el cine siguen expresando el impacto social de tal historia, como la reciente y destacada serie de zombis de Netflix, Kingdom (2019–2021).[v] Además, la brecha económica dentro de la sociedad coreana es cada vez mayor, y se ha convertido en un motivo recurrente en los relatos televisivos.

Como bien pueden deducir los lectores —porque en las telenovelas mexicanas se aplica el mismo esquema—, esta sociedad desigual es un elemento básico de las historias tipo «Cenicienta», en las que los protagonistas son desplazados a la pobreza y maltratados por quienes tienen riqueza y poder, hasta que recuperan su «legítimo lugar». En este sentido, el aclamado filme Parásitos (2019), de Bong Joon–Ho,[vi] llamó la atención de forma dramática sobre la brecha económica en Corea, al igual que otras películas como la excelente Burning (2018, Lee Chang–dong),[vii] basada en el cuento «Quemar graneros» del genial e inquietante Haruki Murakami.[viii]

Por su parte, la desigualdad socioeconómica en El Juego del Calamar se explora a través de los relatos, a menudo desgarradores, del estrés económico al que están sometidos los concursantes, donde nos percatamos que tales situaciones se ven a menudo agravadas por la falta de una eficiente red de seguridad social en Corea y por las estructuras financieras no reguladas, circunstancias que también ocurren en México, pese a la demagogia política de todos los colores.

Y de igual manera que en nuestro país, el empleo en las clases bajas coreanas es precario: el protagonista principal, Gi–hun (Lee Jung–jae), ha sido despedido, al tiempo que acumula deudas de juego y no puede permitirse una operación para salvar la vida de su madre, por lo cual ha intentado resolver sus problemas financieros pidiendo préstamos a los usureros. Cabe señalar que los dramas televisivos describen ampliamente esta última práctica como una plaga para la sociedad, ya que los tipos de interés son exorbitantes y los deudores caen con facilidad en una forma de esclavitud moderna, a través de una deuda cada vez mayor. Asimismo, la esclavitud de facto también se representa en El Juego del Calamar, en la explotación de los refugiados norcoreanos y los trabajadores inmigrantes de otros países asiáticos, a menudo por parte de miembros de las clases bajas surcoreanas.

Para profundizar en estos aspectos socioeconómicos del relato, se nos muestra cómo los participantes de El Juego del Calamar que cuestionan su compromiso con el violento «deporte» son advertidos, por quienes lo controlan, de que, debido a su pobreza o nivel de endeudamiento, estarán mucho peor en el mundo exterior. El episodio 2, «El infierno», es una narración realista de la existencia precaria de los marginados y de las motivaciones que les llevan a participar en el peligroso juego.

En cuanto a la popularidad mundial de El Juego del Calamar, ésta puede atribuirse a varios factores: en primer lugar, se basa en la obsesión cultural que padece todo el mundo por los programas de concursos, desde los shows de preguntas y respuestas en que los ganadores esperan ganar una fortuna, hasta los «realities» como Survivor. Por ejemplo, cuando los participantes se despiertan la primera mañana dentro de su enorme dormitorio, la banda sonora consiste, de forma bastante cómica, en el triunfalista Concierto para trompeta de Haydn, que ya se utilizó como tema musical en un popular juego de preguntas coreano titulado Janghak Quiz (1973–1996).[ix]

El Juego del Calamar asimismo incluye un nivel de hiper–violencia propio del cine extremo contemporáneo —como en el paradigmático filme Oldboy (2003), del también coreano Park Chan–wok—, pero poco frecuente en las telenovelas surcoreanas, lo cual parece constituir una potente metáfora de un profundo malestar social.

La serie igualmente contiene mucha comedia negra, al presentar una contradicción humorística entre los acontecimientos en la pantalla y la música romántica de la banda sonora, por ejemplo, la siniestra preparación del primer juego —que incluye el paso por una escalera inspirada en las clásicas ilustraciones de Escher[x]— está acompañada por el vals El Danubio Azul de Johann Strauss. Además, después de casi fracasar para poder festejar el cumpleaños de su hija, Gi–hun le hace un regalo misterioso que resulta ser un encendedor con forma de pistola: el momento en que ella abre su regalo es muy divertido, y a la vez desgarrador.

Por último, debemos apuntar que la serie es una producción de gran calidad, con efectos visuales bastante logrados, al tiempo que el suspenso resulta de gran eficacia, elementos que matizan lo que, de otro modo, podría parecer una crítica social muy dura. De esta forma, como ya lo habíamos señalado en esta columna hace casi un par de años, los geniales realizadores coreanos están llevando a su cinematografía y medios de comunicación a un nivel internacional sin precedentes.[xi]

  • La mayoría de las series y películas mencionadas se hallan disponibles en Netflix.

 

Notas de referencia:

[i] https://www.informador.mx/entretenimiento/El-juego-del-calamar-Los-mejores-memes-de-la-polemica-serie-de-Netflix-20210924-0056.html

[ii] https://www.abc.es/play/series/noticias/abci-tradicion-surcoreana-inspiro-juego-calamar-serie-arrasa-netflix-202109291002_noticia.html#:~:text=El%20t%C3%ADtulo%20de%20la%20ficci%C3%B3n,la%20figura%20de%20un%20calamar

[iii] https://www.elsoldemexico.com.mx/gossip/kfans-la-huella-de-corea-en-mexico-5924454.html

[iv] https://www.nationalgeographic.es/historia/2020/06/por-que-la-guerra-de-corea-nunca-termino-tecnicamente

[v] https://www.youtube.com/watch?v=NtmUP7HHArQ

[vi] https://tropicozacatecas.com/2020/02/02/axis-mundi-parasitos-o-por-que-el-cine-coreano-es-tan-genial/

[vii] https://www.youtube.com/watch?v=iVKXdC5jheU

[viii] https://lecturia.org/cuentos-y-relatos/haruki-murakami-quemar-graneros/2212/

[ix] https://koreajoongangdaily.joins.com/2006/09/11/features/Teens-battle-in-interAsian-quiz-show/2811714.html

[x] https://verne.elpais.com/verne/2015/07/13/album/1436801897_490586.html

[xi] https://publicaciones.eafit.edu.co/index.php/map/article/download/7037/5208/

 

Carlos Hinojosa*

*Escritor y docente zacatecano

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