Axis Mundi — La huelga de guionistas en Hollywood: ecos históricos y futuros


Resulta evidente que la actual huelga de guionistas de Hollywood ha atraído la atención internacional sobre la difícil situación de los escritores de cine y televisión en la era del streaming.[i] Quienes nos han seguido desde hace un lustro, tal vez recuerden que nos hemos referido en alguna ocasión a «la edad de oro de la televisión», durante la cual las plataformas de streaming han ofrecido al público abundantes programas de TV bien escritos y con altos valores de producción, a menudo denominados «televisión de prestigio».[ii]

Y, como bien saben los amables lectores, mientras que las series más antiguas solían ser comedias de situación o dramas policíacos, las más recientes se asemejan a las célebres novelas por entregas del siglo XIX, con finales llenos de suspense que fomentan que las vemos de forma maratónica, en lo que el finado Gustavo Cerati llamaría una «sobredosis de TV».[iii]

Pero, como suele suceder en el capitalismo depredador de nuestra época, no todo el mundo en la citada industria ha cosechado los mismos frutos: si bien es cierto que hay más trabajos para los guionistas, a menudo están peor pagados y con contratos a corto plazo. Además, la incesante demanda de contenidos, a medida que surgen más plataformas que compiten por las suscripciones, ha atrapado a los escritores en lo que los especialistas llaman «feudalismo digital».[iv]

En este sentido, dicho término muestra cómo la versión actual del capitalismo refleja cada vez más la transición del feudalismo al capitalismo, por ejemplo, en la Inglaterra del siglo XVI, cuando el Parlamento aprobó una serie de leyes de «cercado», las cuales abolían la tierra común y la definían como una propiedad privada que el gobierno reasignaba a las élites.

Tales leyes expulsaron a los campesinos, conocidos como «siervos», de las tierras donde habían vivido y trabajado durante generaciones. Muchos de ellos acabaron marchándose a las ciudades en busca de empleo, donde la consiguiente sobreoferta de trabajadores hizo bajar los salarios, y muchos ex–siervos no pudieron encontrar trabajo ni vivienda, convirtiéndose en vagabundos. En otras palabras, los siervos perdieron estabilidad en su vida cotidiana al verse atrapados por un nuevo sistema económico.

Y como la historia tiende a repetirse cuando no aprendemos de ella, la precariedad, el endeudamiento y la falta de estabilidad vuelven a ser los temas dominantes en la economía digital actual. Así, la «economía colaborativa», en la que la gente puede hacer malabarismos con dos o tres trabajos a tiempo parcial para llegar a fin de la quincena, tiene gran parte de responsabilidad:[v] estos empleos no suelen ofrecer prestaciones de tiempo completo, salarios dignos ni seguridad laboral. Las funciones —ya sea trabajar como conductor de Uber, repartir comida para Didi o rentar casas a través de Airbnb— a menudo se gestionan a través de plataformas digitales, propiedad de poderosas corporaciones que dan a sus trabajadores una miseria a cambio de su trabajo.

Aquí nos encontramos con una paradoja: entonces, ¿por qué los guionistas de TV están sintiendo el abrazo asfixiante del feudalismo digital, si ésta es «la edad de oro de la televisión»? Recordemos que las plataformas de streaming, como Netflix, Amazon Prime Video y HBO Max propiciaron dicha edad de oro, pero la rueda de la fortuna se ha desacelerado, ya que el número de programas de «televisión de prestigio» parece haber llegado a un punto de saturación.[vi]

A partir de la década del 2010, las plataformas de streaming empezaron a contratar cada vez más guionistas, ya que, para atraer a los clientes, necesitaban contenidos de calidad, de lo contrario, los espectadores no seguirían pagando las suscripciones. Las plataformas presentaban el inconveniente de no poder comercializar sus contenidos, como las comedias y series policiacas de las cadenas de TV, así que tenían que desarrollar constantemente nuevas ideas para sus programas, por ende, los grandes grupos de guionistas creativos acabaron constituyendo el núcleo de la estrategia de los estudios.

Sin embargo, a medida que los guionistas de televisión acudían en masa a Los Ángeles y Nueva York, las empresas de entretenimiento tomaron el ejemplo de la economía colaborativa de un modo que perjudicó el sustento de los guionistas: los contratos eran cortos y los salarios más bajos, sobre todo porque los formatos de los programas de streaming —más miniseries de pocos episodios que comedias que podían durar hasta una década— rara vez garantizaban un empleo durante mucho tiempo.

Además, las series en streaming suelen tener mayores intervalos entre temporadas: una temporada de ocho episodios de una serie popular, que tiene un intervalo de dos años entre sus estrenos, deja a los guionistas luchando por encontrar la manera de pagar las cuentas entre dicho periodo de tiempo.

Para colmo, llegó el COVID–19: mientras la gente se quedaba en casa viendo la tele, resultaba difícil producir TV, por tanto, se produjo un importante retraso en la producción televisiva debido a las dificultades para rodar programas en estudios y cumplir, al mismo tiempo, con la normativa sanitaria, lo cual provocó un importante atraso de la producción televisiva.

En el punto álgido de la pandemia, los estudios de televisión cerraron para limitar el número de personas en su interior, por lo que no hubo demanda de guionistas. Como resultado, muchos de los escritores de televisión, que recién se habían trasladado a Los Ángeles y otras grandes ciudades con elevados costos de vida, tuvieron dificultades para encontrar trabajo.

De esta forma llegamos a la situación actual, en la que los guionistas quieren solucionar este problema aumentando el salario mínimo, al tiempo que demandan que los guionistas de las plataformas de streaming reciban los mismos derechos de autor que los guionistas de cine, asimismo, desean acabar con la práctica de las «minisalas», en las que pequeños grupos de escritores elaboran guiones, pero con una menor remuneración por una serie que puede que ni siquiera llegue a encargarse.

Otra reivindicación clave —que nos debe interesar a todos los que estamos en riesgo de ser sustituidos en nuestros empleos— es limitar el uso de la Inteligencia Artificial en la producción televisiva:[vii] los guionistas temen que los estudios utilicen la IA para contratar trabajadores, seleccionar qué series producir y, en el peor de los casos, sustituir por completo a los guionistas. Curiosamente, los límites a la IA han sido el único punto de discordia que los estudios no han querido siquiera discutir.[viii]

Resulta más que interesante ver si los guionistas serán capaces de recuperar parte de la seguridad financiera que ha desaparecido en muchas industrias, o si las fuerzas económicas más grandes que han impulsado «la economía colaborativa» trabajarán a favor de los ejecutivos de los estudios.

Por lo pronto, los fans de Cobra Kai, El señor de los anillos: los anillos de poder, Good Omens y Blade ya nos quedamos sin las nuevas temporadas de dichas series y sin la nueva versión de la película del caza–vampiros de Marvel.[ix]

 

REFERENCIAS

Carlos Hinojosa*

*Escritor y docente zacatecano

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