No es de extrañar que los acontecimientos trágicos, como la actual pandemia, suelan hacernos cuestionar la existencia de Dios: si existe un Dios misericordioso, ¿por qué se produce una catástrofe como ésta? Así que la idea de que Dios podría estar «limitado» por las leyes de la física —que también rigen la química y la biología y, por ende, los límites de la ciencia médica— resulta interesante de explorar.
Si Dios no fuera capaz de romper las leyes de la física, podría decirse que no sería tan poderoso como cabría esperar de un ser omnipotente. Pero si pudiera, ¿por qué no hemos visto ninguna prueba de que las leyes de la física se hayan roto en el universo? Para abordar esta cuestión, vamos a desglosarla un poco. En primer lugar, ¿puede Dios viajar más rápido que la luz? Tomemos la pregunta al pie de la letra. La luz viaja a una velocidad aproximada de 300,000 kilómetros por segundo. Desde la escuela aprendemos que nada puede viajar más rápido que la velocidad de la luz, ni siquiera el USS Enterprise de Viaje a las estrellas cuando sus cristales de dilitio están al máximo.
Pero, ¿es cierto lo anterior? Hace algunos años, un grupo de físicos planteó que unas partículas llamadas taquiones viajaban por encima de la velocidad de la luz.[i] Afortunadamente, su existencia como partículas reales se considera altamente improbable. Si existieran, tendrían una masa imaginaria y el tejido del espacio–tiempo se distorsionaría, lo que provocaría violaciones de la causalidad (y posiblemente un dolor de cabeza para Dios). Por ende, parece que, hasta ahora, no se ha observado ningún objeto que pueda viajar más rápido que la velocidad de la luz. Esto en sí mismo no dice nada en absoluto sobre Dios, simplemente refuerza el conocimiento de que la luz viaja muy rápido.
Las cosas se ponen un poco más interesantes cuando se considera lo lejos que ha viajado la luz desde el inicio de los tiempos. Suponiendo una cosmología tradicional del Big Bang y una velocidad de la luz de 3 x 106 km/s, podemos calcular que la luz ha viajado aproximadamente 1023 km en los 13,800 millones de años de existencia del universo, o mejor dicho, de la existencia del universo observable.
Además, el universo se expande a un ritmo de aproximadamente 70 km/s por Mpc (1 Mpc = 1 Megapársec ~ 3 x 1019 km),[ii] por lo que las estimaciones actuales sugieren que la distancia al borde del universo es de 46,000 millones de años luz. A medida que pasa el lapso temporal, el volumen del espacio aumenta, y la luz tiene que viajar durante más tiempo para llegar hasta nosotros. Por ende, hay mucho más espacio ahí fuera del que podemos ver, pero el objeto más lejano que hemos percibido es una galaxia, GN-z11, observada por el telescopio espacial Hubble,[iii] situada a unos 1023 km o 13,400 millones de años luz, lo que significa que la luz de dicha galaxia ha tardado 13,400 millones de años en llegar hasta nosotros, pero, cuando esa luz «partió», GN-z11 estaba sólo a unos 3,000 millones de años luz de nuestra galaxia, la Vía Láctea.
No podemos observar ni percibir la totalidad del universo que ha crecido desde el Big Bang, porque no ha pasado suficiente tiempo para que la luz de las primeras fracciones de segundo de la existencia del cosmos llegue hasta nosotros. Algunos sostienen que, por lo tanto, no podemos estar seguros si las leyes de la física se rompen en otras regiones del cosmos:[iv] tal vez sólo sean leyes locales y circunstanciales, lo cual nos lleva a algo aún más grande que el universo: el multiverso.[v]
Muchos cosmólogos creen que el universo puede formar parte de un cosmos más extenso, un multiverso, en el que coexisten muchos universos diferentes pero que no interactúan entre sí. La idea del multiverso está respaldada por la teoría de la inflación:[vi] la premisa de que el universo se expandió enormemente antes de tener 10-32 segundos de antigüedad. La inflación es un postulado importante porque puede explicar por qué el universo tiene la forma y la estructura que vemos a nuestro alrededor.
Pero si la inflación pudo ocurrir una vez, ¿por qué no muchas veces? Sabemos por los experimentos que las fluctuaciones cuánticas pueden dar lugar a pares de partículas que surgen repentinamente, para desaparecer momentos después. Y si tales fluctuaciones pueden producir partículas, ¿por qué no átomos o universos enteros? Se ha sugerido que, durante el período de la inflación caótica, no todo ocurría al mismo ritmo:[vii] las fluctuaciones cuánticas en la expansión podrían haber producido burbujas que estallaron para convertirse en universos por derecho propio.
Pero, ¿cómo encaja Dios en el multiverso? Un dolor de cabeza para los cosmólogos ha sido el hecho de que nuestro universo parece estar bien ajustado para que exista la vida:[viii] las partículas fundamentales creadas en el Big Bang tenían las propiedades correctas para permitir la formación de hidrógeno y deuterio, sustancias que produjeron las primeras estrellas.
En este sentido, las leyes físicas que rigen las reacciones nucleares en las estrellas produjeron la materia de la que está hecha la vida: carbono, nitrógeno y oxígeno. Entonces, ¿cómo es posible que todas las leyes y parámetros físicos del universo tengan los valores que permitieron el desarrollo de las estrellas, los planetas y, en última instancia, la vida? Algunos afirman que se trata de una afortunada coincidencia, otros dicen que no debería sorprendernos ver leyes físicas favorables a la vida: después de todo, nos produjeron a nosotros, así que ¿qué otra cosa podríamos ver? Sin embargo, algunos teístas sostienen que esto indica la existencia de un Dios que crea condiciones favorables para la vida.[ix]
Pero, para gran parte de la comunidad científica, Dios no es una explicación válida. La teoría del multiverso, en cambio, parece resolver el misterio de la vida porque permite que distintos universos tengan leyes físicas diferentes. Así que no es de extrañar que nos encontremos en uno de los pocos universos que podrían albergar vida, aunque, por supuesto, no se puede refutar la idea de que un Dios pueda haber creado el multiverso, como lo plantea el notable físico Frank J. Tipler en su obra The Physics of Christianity, donde señala cómo la existencia del multiverso incluso podría brindar una base científica a los dogmas del catolicismo:
«Propongo identificar la Singularidad Última del Pasado con el Espíritu Santo (en su bondad trascendente), sobre la base de Génesis 1:2, que termina con la frase “y el Espíritu de Dios se cernía sobre la nada”. Esta es una descripción exacta de la Singularidad Inicial del multiverso […] Ya he identificado a Dios Padre con la Singularidad Futura Última, y remito al lector a los extensos escritos de Wolfhart Pannenberg,[x] en los que también da razones para pensar en Dios Padre como el Futuro Último. El Hijo —en Su Bondad, necesariamente fuera del tiempo— es la singularidad de conexión entre el Pasado Último y el Futuro Último. El Hijo está completamente integrado con el Espíritu Santo y Dios Padre. Los Tres son Uno. El Hijo […] estaba presente al principio del multiverso, como se describe en Juan 1:1-3: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. El mismo estaba en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por Él, y sin Él no se hizo nada de lo que existe”».[xi]
Por otra parte, consideremos ahora la cuestión de si Dios puede estar en más de un lugar al mismo tiempo. Gran parte de la ciencia y la tecnología que utilizamos actualmente se basa en la teoría contraintuitiva del diminuto mundo de los átomos y las partículas conocida como mecánica cuántica, la cual permite algo llamado entrelazamiento cuántico:[xii] si dos partículas están entrelazadas, al manipular a una se actúa automáticamente en su compañera, aunque se encuentren muy alejadas.
Imaginemos una partícula que se descompone en dos subpartículas, A y B, donde las propiedades de las subpartículas deben sumar las propiedades de la partícula original: es el principio de conservación. Por ejemplo, todas las partículas tienen una propiedad cuántica llamada «espín», a través de la cual, a grandes rasgos, se mueven como si fueran pequeñas agujas de una brújula. Si la partícula original tiene un «espín» cero, una de las dos subpartículas debe tener un espín positivo y la otra un espín negativo, lo que significa que A y B tienen un 50% de posibilidades de tener un espín positivo o negativo, un estado «intermedio» en el que, según la mecánica cuántica, las partículas se encuentran hasta que son medidas realmente, como en la paradigmática paradoja del Gato de Schrödinger.[xiii]
De este modo, las propiedades de A y B no son independientes la una de la otra —están entrelazadas— aunque se encuentren en laboratorios distintos en planetas diferentes. Así que supongamos que se mide el espín de A y se encuentra que es positivo, mientras un amigo mide el espín de B exactamente al mismo tiempo que hemos medido el de A. Para que el principio de conservación funcione, nuestro camarada debe encontrar que el espín de B es negativo.
Pero —y aquí es donde las cosas se complican— al igual que la subpartícula A, B tenía una probabilidad de 50:50 de ser positiva, por lo que su estado de espín «se convirtió» en negativo en el momento en que el estado de espín de A se detectó como positivo. En otras palabras, la información sobre el estado de espín se transfirió entre las dos subpartículas de forma instantánea, una transferencia de información cuántica que se produce, aparentemente, a mayor velocidad que la de la luz.
Teniendo en cuenta que el propio Einstein describió el entrelazamiento cuántico como una «fantasmagórica acción a distancia», creo que se nos puede perdonar la confusión provocada al encontrar que, después de todo, hay algo más rápido que la velocidad de la luz: la información cuántica. Esto no prueba ni refuta a Dios, pero puede ayudarnos a pensar en Él en términos físicos: ¿quizás como una lluvia de partículas entrelazadas, que transfieren información cuántica de un lado a otro, ocupando así muchos lugares simultáneamente, incluso muchos universos al mismo tiempo, como bien lo señaló en su monumental obra, Exegesis, nuestro santo patrono, Philip K. Dick?
«Sin la teoría de los taquiones carecería de cualquier tipo de formulación científica y tendría que declarar que “Dios me ha mostrado las tablas sagradas en las que está escrito el futuro” y así sucesivamente, como hicieron nuestros antepasados, allá en los desiertos de Israel bajo el cielo mientras cuidaban sus rebaños dormidos. Koestler[xiv] señala también que, según la teoría moderna, el universo pasa del caos a la forma; por tanto, el bombardeo de taquiones contendría información que expresaría un mayor grado de Gestalt que una información similar sobre el presente; así, en este continuo temporal, nos parecería más vivo, más animado por un espíritu consciente, dando lugar al concepto de Dios. Esto daría lugar definitivamente a la idea de propósito, en particular al propósito que se encuentra en el futuro. Así tenemos ahora un método científico para considerar la noción de teleología, creo, y por eso le escribo ahora, para expresar esto, mi propio sentido de las causas finales, como lo discutimos ese día».[xv]
¿Se ha acercado este texto a la respuesta de la pregunta planteada? Tal vez no: si uno cree en Dios (como un servidor), la idea de que Dios esté limitado por las leyes de la física no tiene sentido, porque Dios puede hacer todo, incluso viajar más rápido que la luz. Si no se cree en Dios, la pregunta tampoco tiene sentido, porque no existe Dios y nada puede viajar más rápido que la luz. Quizá la pregunta sea realmente para los agnósticos, quienes consideran inaccesible para el entendimiento humano la noción de lo absoluto y, especialmente, la de Dios.
Nuestra visión de Dios, de la física o de cualquier otro ámbito del conocimiento, en última instancia, depende de la perspectiva. Pero terminemos con una cita de una fuente autorizada, que no es la Biblia ni tampoco un tratado de cosmología, sino del genial y apreciado autor de fantasía y ciencia ficción, Terry Pratchett (1948–2015): «La luz cree que viaja más rápido que nada, pero se equivoca. No importa lo rápido que viaje la luz, encuentra que la oscuridad siempre ha llegado primero, y la está esperando».[xvi]
[i] https://www.scientificamerican.com/article/what-is-known-about-tachy/
[ii] https://guillermoabramson.blogspot.com/2016/01/megaparsec-que.html
[iii] https://www.nasa.gov/feature/goddard/2016/hubble-team-breaks-cosmic-distance-record/
[iv] https://www.edge.org/response-detail/27129
[v] https://tropicozacatecas.com/2020/05/23/axis-mundi-en-busca-del-multiverso/
[vi] https://www.universidadviu.com/es/actualidad/nuestros-expertos/que-dice-la-teoria-inflacionaria-sobre-el-universo
[vii] https://cds.cern.ch/record/485381/files/0101507.pdf
[viii] https://plato.stanford.edu/entries/fine-tuning/
[ix] https://rintintin.colorado.edu/~vancecd/phil201/Collins.pdf
[x] http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0120-00622008000100014
[xi] Frank J. Tipler, The Physics of Christianity, Doubleday, New York, 2007, p. 97.
[xii] https://www.bbc.com/mundo/noticias-49004666
[xiii] https://computerhoy.com/noticias/tecnologia/gato-shrodinger-paradoja-736517
[xiv] https://www.revistadelibros.com/articulo_imprimible.php?art=4887&t=articulos
[xv]Pamela Jackson and Jonathan Lethem (editors), The Exegesis of Philip K. Dick, Houghton Mifflin Harcourt, 2011, pp. 8-9.
[xvi] https://www.goodreads.com/quotes/42499-light-thinks-it-travels-faster-than-anything-but-it-is
*Este texto se realizó con base en información planteada por la profesora de ciencias planetarias y espaciales, Monica Grady, de The Open University, en theconversation.com
Carlos Hinojosa**
**Escritor y docente zacatecano