Axis Mundi – El retorno de Lupin


La reciente y exitosa serie francesa de Netflix, Lupin —cuyos capítulos conclusivos se acaban de estrenar este viernes 11 de junio, después de cinco meses de espera[i]— ha logrado presentar, ante una nueva generación de espectadores de todo el mundo, a uno de los personajes más célebres de la narrativa popular gala, Arsène Lupin, el caballero ladrón.

Lupin fue creado en 1905 por el escritor Maurice Leblanc a instancias del empresario Pierre Lafitte, quien acababa de lanzar una revista de interés general, Je Sais Tout («Lo sé todo»). Lafitte quería una narración seriada que garantizara un público fiel a su revista, como las historias de Sherlock Holmes lo habían hecho con la Strand Magazine.[ii] Inspirándose en Conan Doyle y en las historias de Raffles de E.W. Hornung,[iii] Leblanc se obligó a crear la figura de un embaucador extravagante y, en última instancia, siempre benigno.

Asaltante, estafador, maestro del disfraz, Lupin es también un brillante detective y desfacedor de entuertos, como el caballero de la triste figura. En razón de ello, su atractivo ha demostrado ser duradero: además de los 20 volúmenes originales de historias escritas por Leblanc, se han hecho innumerables obras de teatro, programas de radio, series de televisión y películas, desde cintas porno italianas[iv] hasta una genial franquicia de manga y anime de culto,[v] no en balde, el primer filme animado dirigido por el maestro Hayao Miyazaki fue Lupin III: el castillo de Cagliostro (1979).[vi]

En cuanto a las versiones live–action, Lupin ha sido encarnado por John Barrymore, Georges Descrières y Romain Duris, todos con su infaltable chistera y monóculo. En la serie que nos ocupa lo personifica Omar Sy —actor de ascendencia senegalesa y mauritana—, con un outfit más moderno, pero igualmente elegante, de boina y gabardina. Hasta ahora, se trata de la serie francesa más vista en Netflix,[vii] un reseteo que muestra un profundo y sincero aprecio por el original, al tiempo que aporta una reflexión sobre las preocupaciones sociales contemporáneas.

En realidad, Omar Sy interpreta a Assane Diop, un estafador y ladrón que admira hasta el extremo a Arsène Lupin. Diop tiene la misión de limpiar el nombre de su padre, quien se suicidó en prisión hace 25 años, tras ser acusado injustamente del robo de un collar de diamantes.

No obstante que Diop es audaz e inteligente en muchos aspectos, su búsqueda de justicia le hace enfrentar varios peligros. Y aunque el público puede adivinar a menudo cómo acabarán las cosas —en términos generales, felizmente—, hay suficientes giros en la trama para mantenernos entretenidos. Por lo tanto, como la mayoría de la buena ficción popular, Lupin ofrece una mezcla de familiaridad y novedad que podemos contemplar, sobre todo, en su representación de París.

Las historias originales de Leblanc siempre se basaban en un cierto ideal de lo galo, que muchos mexicanos reconocemos por el afrancesamiento de nuestro país durante el porfiriato:[viii] un exquisitez encantadora, galante, despreocupada. Y, en este sentido, la serie satisface el apetito, aparentemente insaciable, del público internacional por las imágenes de la sofisticación parisina: tenemos el Louvre, el Sacré–Cœur, los edificios a la Luis XIII y los interiores a la Luis XV, las chaquetas de Chanel y los croissants sopeados en café con leche. Pero aquí también hay urbanizaciones a punto de derrumbarse y cárceles en ruinas, desafección social y discriminación racista sistemática.

Por ejemplo, en el segundo episodio, Diop, encarcelado temporalmente —de forma voluntaria, todo forma parte de su plan—, es apuñalado por un compañero de prisión —de nuevo, parte de su designio—, y tenemos un plano de la navaja desechada, una hoja teñida de sangre con un mango blanco, la parte inferior envuelta en cinta azul: inevitablemente, y de forma inesperada, recordamos a la tricolor bandera francesa. Al ser acuchillado Diop por un hombre de Medio Oriente, esta conmovedora imagen apunta a una Francia marginada, la Francia de los banlieues («suburbios», los barrios populares que rodean las ciudades galas), donde la violencia y la criminalidad nacen de la exclusión social.

Sin embargo, en una deliciosa secuencia un tanto más ligera, Diop, haciéndose pasar por policía, estafa a una mujer racista —y nostálgica del Imperio— las joyas que su marido le compró con dinero obtenido en el Congo Belga, en «los buenos tiempos». «A la memoria del Congo Belga», sonríe Diop al aceptar el botín en un gesto típico de Robin Hood: la redistribución mediante el robo que promovieron los anarquistas franceses a principios del siglo XX, sobre todo el sagaz ladrón Marius Jacob, una de las inspiraciones detrás de Lupin,[ix] con lo cual tenemos una ironía añadida, ya que las historias originales de Leblanc están impregnadas de una ideología colonialista.

Si en las primeras décadas del siglo XX, Arsène Lupin utilizaba un traje de gala con capa como prenda de invisibilidad —una señal de «decencia» que repelía toda sospecha— Diop, sin embargo, confía en una chaqueta altamente visible para hacer el mismo trabajo, llamando la atención a la forma en que la mano de obra mal pagada, en gran parte inmigrante —cuya labor mantiene el funcionamiento de la ciudad moderna—, pasa desapercibida para aquellos que dependen de ella. De hecho, Diop aprovecha esta circunstancia para convertir un empleo de limpieza en el Louvre en un atraco de varios millones de euros.

Asimismo, podríamos decir que la forma más interesante en la que el nuevo Lupin se aleja de su material de origen es al centrarse en la faceta de Diop como padre, un progenitor cariñoso, pero demasiado ausente y poco fiable. En el primer episodio le vemos reunirse con su exasperada ex, Claire, a quien le promete que va a cambiar y, a lo largo de los diez episodios de la serie, lo vemos luchar por mantener ese compromiso.

Con lo anterior, Lupin se niega a reforzar la fantasía de reinvención sin esfuerzo que caracteriza al icónico personaje: cambiar de identidad no es fácil para Diop, ya que su realidad, su familia, siempre le llama de nuevo y le obliga a un doloroso crecimiento emocional. Al aprovechar el atractivo del personaje y al mismo tiempo reconocer los límites, incluso los peligros, de las fantasías de omnipotencia, tal parece que Lupin consuma su golpe, lo cual es, después de todo, el objetivo.

[i] https://www.youtube.com/watch?v=YVYMtKRTgBE&t=11s

[ii] https://tropicozacatecas.com/2020/11/01/axis-mundi-james-bond-vs-sherlock-holmes/

[iii] https://www.lecturalia.com/blog/2019/01/07/raffles-el-caballero-ladron-creado-por-el-cunado-de-arthur-conan-doyle/

[iv] https://www.imdb.com/title/tt0924409/

[v] https://lupin.fandom.com/es/wiki/Lupin_III

[vi] https://www.youtube.com/watch?v=wJudurbkv1E

[vii] https://us.marca.com/claro/mas-trending/2021/04/23/6083356246163fa34c8b4625.html

[viii] https://repositorioinstitucional.buap.mx/bitstream/handle/20.500.12371/2206/335616T.pdf?sequence=1&isAllowed=y

[ix] https://www.portaloaca.com/historia/biografias/9314-alexandre-marius-jacob-el-anarquista-que-inspiro-a-arsenio-lupin.html

-Lupin (2021) disponible en Netflix
-Lupin III: el castillo de Cagliostro (1979) disponible en Netflix y Amazon Prime Video
-Lupin III, serie de anime (1972–2018) disponible en Amazon Prime Video

Carlos Hinojosa**

**Escritor y docente zacatecano

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