Axis Mundi – José Agustín y la eterna juventud de “La tumba”


La tumba, del destacado autor José Agustín —todo un icono de nuestro ámbito cultural, quien lamentablemente falleciera el pasado 16 de enero—, es un libro especial y, al cumplir seis décadas, llega justo a tiempo para la crisis de los cincuenta, algo curioso para una novela que destila eterna juventud, como señala la escritora mexicana Rosa Beltrán: «Lo que siente [Agustín] y lo que se vive es una juventud, en su caso, eterna; parece que hubiera hecho un pacto con el diablo».[i] Se trata de un libro venerado tanto por lectores como por literatos y tiene importancia no sólo por ser la primera novela de Agustín, sino también por el lugar que ocupa en la literatura mexicana como precursora de una época.

José Agustín fue el pionero de una generación de cambio, en la cúspide de una etapa importante de la historia mundial. Para México, introdujo un nuevo tipo de lenguaje y estilo de escritura. Al respecto, la reconocida periodista y literata Elena Poniatowska apunta: «José Agustín renovó todo…Renovó toda la literatura mexicana; es decir, hizo estallar la literatura mexicana y lo hizo normal, con palabras normales, palabras que hablaban los jóvenes».[ii]

Conocido por su uso de la jerga y el lenguaje lúdico, en La tumba, Agustín capta la esencia de la cultura juvenil urbana. En ese momento de la historia, su novela se anticipó al cambio de protagonismo por parte de la cultura juvenil, tanto en México como en el resto del mundo. Publicada por primera vez en 1964 —con una segunda edición en 1966—, el texto fue escrito en realidad en 1961, por un José Agustín de dieciséis años.

Su colega Juan José Arreola, quien a menudo dirigía talleres de escritura para jóvenes escritores como Agustín, le animó a publicar la novela. Arreola también dirigía una revista literaria, Mester,[iii] en la que publicaba a muchos autores jóvenes y, en un principio, La tumba iba a formar parte de dicha revista, pero Agustín optó por verla en forma de libro: «Preferí que [La tumba] apareciese como libro, aunque eso aparejara múltiples problemas de dinero. Mi papá me prestó dos mil pesos y se echó a andar la publicación».[iv]

Al principio, Agustín tuvo dificultades para publicar su novela: fue rechazado por su corta edad, y una vez auto–publicada, tuvo problemas para distribuir la obra. De la edición de 1964 quedan muy pocos ejemplares en circulación y se halla fuera de catálogo. Sin embargo, algunos lograron ser reseñados en revistas literarias y culturales de la época, al tiempo que el crítico Huberto Batis declaró que La tumba era un «híbrido de [Françoise] Sagan y [Vladimir] Nabokov», comparando la novela debut de Agustín con algunos de los escritores más reconocidos de la época.[v]

Y a pesar de las dificultades para publicar al principio de su carrera, José Agustín se convirtió en un escritor prolífico, aunque La tumba ocupa un lugar especial en la literatura mexicana, y sigue cautivando a los lectores: en 2010 fue incluida en la serie especial de «18 para los 18», en la cual la Secretaría de Educación Pública y el Fondo de Cultura Económica lanzaron una serie de igual número de novelas que siguen siendo relevantes para la juventud actual.[vi]

De hecho, Agustín y La tumba continúan como piezas clave de la rica historia del México del siglo XX: la escritora Mónica Lavín señala que el autor fue responsable de un cambio en la literatura mexicana, al presentar la voz colectiva de la juventud urbana: «Nos permitió escucharnos y vernos, y a mí, eso me parece fundamental porque va a tono con la época y le da a la literatura una inyección de juventud. Me parece que, sin él (o sin la literatura de la onda),[vii] la literatura mexicana no sería lo mismo, quién sabe cómo sería. [José Agustín] hizo mucho por popularizar la lectura también».[viii]

Con La tumba, Agustín consiguió tanto hacerse eco de la voz de la juventud de su época como mantener ese vigor para las nuevas generaciones de jóvenes. Su novela debut cambió para siempre el plano de la literatura mexicana y es una obra que ha influido en muchos escritores mexicanos posteriores.

La tumba cuenta la historia de Gabriel Guía, de diecisiete años, desde una perspectiva en primera persona. El protagonista procede de un entorno privilegiado: su padre es abogado y su madre no necesita trabajar. Está rodeado de muchos lujos, como una gran casa y un coche propio (regalo de cumpleaños de sus padres). Guía habla francés con fluidez, le gusta la música clásica, el rock and roll y el jazz. También es un ávido escritor y miembro de un círculo literario, ya que compone poesía, relatos cortos e incluso una novela.

A pesar de todas estas ventajas, Guía es infeliz y (muy probablemente) está clínicamente deprimido. Bajo la superficie, esconde sus miedos y ansiedades en frecuentes excesos de alcohol, drogas y sexo, de todo lo cual participa con temerario abandono.

Debido a su descontento tanto con la sociedad como con su vida personal, la novela termina con el aparente suicidio del protagonista, insinuado por una críptica y onomatopéyica serie de «clics»: «No puedo negar que es cómodo. Clic, Sí, claro, en la sien es mejor. Clic, clic».[ix] Tales sonidos invaden su cabeza en los momentos finales de la novela, no puede escapar de ellos y decide suicidarse, aunque nunca se confirma. Se han sugerido muchas interpretaciones del sonido «clic», desde el gatillo y el percutor de la pistola, una tecla de máquina de escribir o incluso la aguja del tocadiscos.

Como hemos señalado, la publicación de La tumba marca el inicio de un cambio en la literatura mexicana de la época y da voz narrativa a la contracultura que fue parte importante de la década de los 60’s. Además, es una obra que sigue siendo leída hoy en día, a pesar del lenguaje coloquial y sus temas tan controvertidos. José Agustín afirmaba:

«Mis libros han sobrevivido cuarenta años, siguen en plena circulación y cuando menos cinco de ellos se leen en las escuelas. El lenguaje que por local y temporal no se podría entender en otros países de habla hispana encontró muy buenos lectores en Latinoamérica y algunos en España. Los libros intraducibles merecieron magníficas traducciones, y críticos, investigadores y otros escritores los han visto como iniciación a la lectura, educación sentimental, iniciación a la vida social, o de plano como obras clave en la literatura mexicana».[x]

De esta forma, la característica más llamativa que separa La tumba de otras novelas de la época es su lenguaje: Agustín utiliza una mezcla de jerga, neologismos y palabras extranjeras (escritas fonética y correctamente tanto en francés como en inglés) para crear un ambiente verbal desenfadado en esta novela corta. Además, emplea el diálogo y el flujo de conciencia para mover la narración con naturalidad, por ejemplo, en la siguiente sección de un diálogo entre Gabriel y su prima, Laura, cuando los dos jóvenes provocan a un político durante una fiesta familiar:

—Muchas gracias por sus consejos, señor senador, los tomaremos muchísimo en cuenta; y gracias por narrarnos tan gongorinamente sus vicisitudes como senador. Acuérdese que ya quedó en ayudarme a ser senadora, senador.

—Antes de irnos, ¿por qué no baila con mi prima, senador? Ficha barato. Tostón la pieza.

—No sea malito, senador, baile conmigo. Gratis por ser para usted. Un rock y ya.[xi]

En esta breve conversación (en la que el senador permanece en silencio, reforzando la «invisibilidad» de los adultos en la novela), Gabriel y Laura no sólo utilizan el argot, sino que hablan en un registro adolescente: emplean el lenguaje para hacer que el senador se sienta incómodo y enfadado. Comentando sobre los jóvenes y la subcultura juvenil, Dick Hebdige señala: «Están jugando con el único poder del que disponen: el poder de incomodar. El poder, es decir, de plantear, de plantear una amenaza».[xii]

De este modo, Gabriel y Laura utilizan el lenguaje como arma, tanto para separarse como para amenazar: el empleo del lenguaje coloquial de la calle por parte del protagonista y sus amigos, todos ellos jóvenes de clase alta de la Ciudad de México, los separa de los demás grupos sociales de la novela, principalmente de los adultos. Los jóvenes crean su mundo al margen de la sociedad «normativa», con un lenguaje y código de conducta propios.

Respecto a la separación, en La tumba ésta se produce en dos niveles: en el primero, Gabriel y sus amigos existen en un mundo en el que hablan de forma distinta a los adultos, de hecho, la voz del adulto en esta narración se invoca con poca frecuencia, ya que los adolescentes forman su propia cultura y estilo de vida que tienen un habla específica, así como una forma de vivir excesiva.

Y el segundo nivel de separación se da entre el lector y el lenguaje del libro, separación que se produce en un plano diferente, entre algunos lectores y el texto: José Agustín hace del lenguaje subcultural juvenil (argot) el código lingüístico estándar de la novela. Su jerga es a la vez inventada y realista, modela su habla creada a partir del caló utilizado durante ese periodo de tiempo, además de incorporar auténtico lenguaje coloquial de la época.

Así, cuando Agustín escribe desde la perspectiva de un adolescente, utilizando la jerga inventada que es paralela al caló de la época, automáticamente incluye a los lectores en el grupo «in» porque no explica su lenguaje codificado, e independientemente de que el lector se oponga o no al habla y a las acciones de los jóvenes de la novela, pasa a formar parte de la subcultura gracias a la inclusión automática del autor y a la suposición de que el lector entiende su texto. Por ende, tanto el lenguaje como la subcultura forman parte integral del concepto de identidad en la novela.

Como podemos ver, Agustín presenta y refuerza la identidad de la cultura juvenil de la época, una cultura que absorbe y se apropia de la cultura global, al tiempo que incorpora con fluidez el francés, el inglés, el alemán y el italiano en esta novela. Además, los personajes hablan de Nietzsche y Kierkegaard con facilidad, entremezclando filosofía y jerga sin aparente conciencia del contraste.

Por otro lado, Agustín, quien también fue un destacado periodista musical,[xiii] incluye su amor por este arte en la novela: Guía se consuela a menudo con su música favorita, mezcla de rock and roll, jazz y piezas clásicas, sobre todo cuando escucha la ópera de Wagner, Lohengrin, durante su aparente suicidio, señalando: «Qué falto de originalidad soy. Debí haber discurrido algo ingenioso. Y el techo sigue azul, y el Lohengrin sigue sonando».[xiv] (101).

De esta forma, en el caso de la identidad cultural juvenil presentada en La tumba, las fronteras no se construyen, sino que se rompen al tiempo que se produce un amplio intercambio de transacciones culturales, y tal vez en ello reside el secreto de la eterna juventud de la novela.

[i] https://www.sinembargo.mx/27-08-2016/3083614

[ii] https://www.gob.mx/cultura/prensa/jose-agustin-uno-de-los-mejores-maestros-de-literatura

[iii] http://zaloamati.azc.uam.mx/handle/11191/2247

[iv] Agustín, José, José Agustín: Nuevos escritores mexicanos del siglo XX presentados por sí mismos, México, D.F., Empresas Editoriales, 1966, p. 55.

[v] Batis, Huberto, «Los Libros Al Día», Siempre!, 16 de septiembre de 1964, p. XVI.

[vi] https://aldeadelasletras.blogspot.com/2010/08/coleccion-editorial-18-para-los-18.html

[vii] http://www.elem.mx/estgrp/datos/39

[viii] https://aristeguinoticias.com/1601/cultura/jose-agustin-un-escritor-comprometido-con-la-libertad/

[ix] Agustín, José, La tumba, México, D.F., Grijalbo, 1984, p. 101.

[x] _______, «La onda que nunca existió», https://es.scribd.com/doc/196598419/La-Onda-que-nunca-existio-de-Jose-Agustin-pdf

[xi] _______, La tumba, op. cit., p. 56.

[xii] Hebdige, Dick, Hiding in the Light: On Images and Things, London, Routledge, 1988: https://books.google.com.mx/books?id=Gk8bgt8yM9oC&printsec=frontcover&hl=es&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false

[xiii] https://polvora.com.mx/2024/01/16/jose-agustin-muerte-rock/

[xiv] Agustín, La tumba, op. cit., p. 101.

Carlos Hinojosa*

*Docente y escritor zacatecano

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