El origen terrestre de los OVNIS (II): la «Hipótesis Silúrica» – Axis Mundi


Cuando el quinto Ángel tocó la trompeta, vi una estrella que había caído del cielo a la tierra. La estrella recibió la llave del pozo del Abismo, y cuando abrió el pozo, comenzó a subir un humo, como el de un gran horno, que oscureció el sol y el aire.

Apocalipsis, 9:1–2.

 

Como comentamos en la columna anterior, aunque el actual proceso de divulgación de los OVNIS es relativamente joven, ya que no comenzó públicamente hasta 2017, el fenómeno en sí parece ser al menos tan pretérito como la humanidad: la mitología antigua, tanto religiosa como de otro tipo, contiene relatos que coinciden en gran medida con las observaciones actuales de los OVNIS, e investigadores serios —el más destacado, competente y fiable de los cuales, en mi opinión, es el astrónomo e informático francés doctor Jacques Vallée, personaje recurrente en Axis Mundi—[i] llevan décadas recopilando datos al respecto, aplicando análisis estadísticos a dichos informes y extrayendo resultados de tales estudios.

Dos conclusiones clave del trabajo del doctor Vallée son particularmente pertinentes para nuestro desafío:

  • La primera es que, según innumerables informes de testigos, el fenómeno no parece distinguir entre efectos físicos y psicológicos, ya que produce ambos, como si fueran meras facetas de un mismo mecanismo causal. Los límites que trazamos entre lo mental y lo físico no parecen ser observados por el fenómeno OVNI, que transita despreocupadamente de un lado a otro de la línea divisoria.

El doctor Vallée reconoce el innegable aspecto físico del fenómeno —se puede filmar, rastrear por radar y otros sensores, emite energía mensurable, a menudo deja huellas y vestigios físicos, etcétera—, pero añade que al menos parte de lo que experimentan los testigos es «escenificado»: el OVNI a veces evoca imágenes arquetípicas y simbólicas directamente en la mente del testigo para transmitir un mensaje metafórico cargado de sentimientos, que trasciende las características objetivamente mensurables del fenómeno.[ii]

Aunque el doctor Vallée ya había llegado a esta conclusión hace décadas, las recientes investigaciones sobre los programas secretos del Departamento de Defensa estadounidense relativas a los OVNIS, realizadas por el periodista Ross Coulthart, parecen confirmarla.[iii]

El profesor de la Universidad de Stanford, Garry Nolan, quizás el científico más respetable que ha investigado activamente el fenómeno (junto con el experto en psicología y folklore, Thomas E. Bullard),[iv] reconoció el reportaje de Coulthart sobre el asunto,[v] y relata un caso específico de un OVNI que ilustra, quizás mejor que ningún otro, la capacidad del fenómeno para manipular directamente la percepción humana:

«Jacques Vallée me contó la historia de una familia francesa que conducía por la autopista. Esto fue como en los últimos cinco o diez años [a partir de junio de 2022]. Y tenían un coche con techo de cristal. Miran hacia arriba y ven un OVNI, ya sabes, básicamente paralelo a ellos por la autopista. La madre mira a su alrededor y ve que ningún otro individuo cercano está asustado por esa cosa que tienen encima. Los niños de atrás sacan sus móviles y le hacen una foto. Llegan a casa y miran las fotos en su cámara, y no ven un objeto [del tipo que creían haber presenciado]; ven una pequeña cosa en forma de estrella a unos treinta o más pies por encima, y yo tengo la foto. No se parece en nada a un dron… creo que tiene como siete radios y un agujero central de algún tipo. Así que, te quedas con esto: vieron una nave gigante, pero la foto muestra que no había nada [como eso] allí. Nadie más pudo verlo. Así que, incluso si era un objeto que estaba allí, los demás no eran capaces de verlo, por lo que estaba manipulando la visión».

  • La segunda conclusión pertinente del trabajo del doctor Vallée es que el patrón de comportamiento de los OVNIS no es coherente con la hipótesis extraterrestre (véase el capítulo 9 de su libro Dimensiones).[vi] Vallée estimó que, en un periodo de sólo veinte años, se han producido unos tres millones de aterrizajes de OVNIS, lo cual no es congruente con las visitas de seres de otro planeta con el fin de inspeccionar la Tierra o investigar a sus habitantes (órdenes de magnitud menores habrían bastado para tales fines); en cambio, el comportamiento de los OVNIS es precisamente lo que cabría esperar si fueran de nuestro planeta y simplemente estuvieran poniendo atención a sus asuntos. Al fin y al cabo, hay muchas especies raras —y algunas no tanto— de animales y plantas con las que el ser humano se encuentra mucho menos de 150,000 veces al año, y son innegablemente terrestres. Asimismo, en su entrevista con Coulthart, el investigador Nolan expresó la opinión de que los OVNIS no son extraterrestres.[vii]

Y aunque las dos características que acabamos de exponer se aplican en general a la mayoría de lo que coloquialmente denominamos «FANIS», «OVNIS», «extraterrestres» o «alienígenas», hay razones para considerar la posibilidad de que se trate al menos de dos fenómenos distintos. De ser así, es crucial que no los confundamos, ya que, de lo contrario, cualquier explicación viable de un fenómeno podría descartarse simplemente porque no es adecuada para el otro, o incluso porque lo contradice, lo cual nos llevaría a un callejón sin salida.

Una clase claramente discernible de observaciones, a las que en adelante me referiré como OVNIS de «tuercas y tornillos», describe naves físicas que no sólo pueden ser vistas, filmadas y rastreadas por radar, sino también —si hemos de creer a los informantes del oficial de inteligencia Grusch (citado en la anterior columna) y a otras fuentes en posición de saberlo— almacenadas en hangares durante décadas, perforadas, analizadas con un microscopio electrónico de barrido, etcétera. Los cuerpos de sus ocupantes también pueden —de nuevo, si hemos de creer a las fuentes— conservarse en congeladores y recogerse para análisis bioquímicos.

Lo anterior significa que el fenómeno que nos ocupa tiene un aspecto físico tan consistente y estable como nuestro propio cuerpo y los objetos que nos rodean. Además, estos OVNIS se observan con más frecuencia en las proximidades de maniobras e instalaciones militares, en particular instalaciones nucleares (esto ha sido así durante décadas, y los recientes videos de OVNIS del Pentágono no hacen más que reiterar el patrón). No parecen interesados en enseñarnos nada, sino simplemente en vigilar la actividad humana que podría conducir a una destrucción a gran escala y comprometer la habitabilidad del planeta (lo cual, por cierto, es exactamente lo que cabría esperar si la Inteligencia No Humana —INH— en cuestión es terrestre).

A diferencia de lo anterior, otra clase de observaciones implica encuentros en la propia habitación, en la escuela, durante el trayecto de vuelta del trabajo y otras situaciones ordinarias y aleatorias no relacionadas con la actividad militar. Se trata de los llamados sucesos de «alta extrañeza», que engloban los casos de «contacto y abducción extraterrestres». Las naves y seres observados no tienen un aspecto físico consistente, sino que son escurridizos, aparecen y desaparecen, adoptando una absurda variedad de formas y comportamientos incongruentes.

Dichos eventos no dejan rastros físicos, o éstos son escasos y ambiguos, como hemorragias nasales espontáneas, quistes ordinarios encontrados en lugares donde el testigo afirma haber sido implantado con tecnología alienígena, marcas en el suelo consistentes con una variedad de causas, etcétera. Estas ambiguas pruebas físicas se describen mejor como «sincronísticas» —es decir, coincidentes de forma significativa— que como causales. Las observaciones son evasivas, ilógicas y cambian de forma como un sueño. Parecen centrarse en una forma de comunicación deliberada y simbólica con el testigo, destinada a transmitirle algún tipo de enseñanza, en lugar de surgir de encuentros fortuitos. Como una aparición, no pueden fotografiarse.

No descarto esta clase de observaciones, creo que son reales y forman parte de un mecanismo natural de retroalimentación intrínseco a la mente humana, que trata de desalojarla de cosmovisiones osificadas que, a pesar de haberse estabilizado, ya no sirven para avanzar en nuestra comprensión de nosotros mismos y de la naturaleza.

Las visiones en cuestión surgen de capas colectivas, filogenéticamente antiguas, de la mente humana compartidas por todos nosotros, las cuales, por ser incapaces de lenguaje y razonamiento conceptual, se comunican a la consciencia a través de metáforas oníricas e inmersivas. Como lo demostró genialmente Carl G. Jung en su estudio pionero relativo a los OVNIS, Sobre cosas que se ven en el cielo: un mito moderno (1958),[viii] hay que tomarlas en serio, pero no literalmente.

Pero no creo que el fenómeno de la «alta extrañeza» sea lo mismo que los OVNIS de «tuercas y tornillos». En mi opinión, confundir ambos fenómenos puede imposibilitar la explicación de cualquiera de ellos, ya que ninguna explicación será coherente con las características, a veces contradictorias entre sí, de ambos. Por este motivo, en adelante me referiré exclusivamente al fenómeno de los OVNIS «en toda regla».

Como bien menciona el epígrafe de Peter Kolosimo de la columna anterior,[ix] la idea de que la inteligencia que está detrás de los OVNIS es terrestre y antigua no es nueva, por ejemplo, el doctor Hal Puthoff la denomina hipótesis «ultraterrestre», la cual plantea la posibilidad de que los restos de una civilización humana de alta tecnología anterior al Diluvio —pensemos en el mito de la Atlántida— hayan sobrevivido al final de la última glaciación y sigan activos en la actualidad, aunque con actividades discretas.[x]

El detalle es que dado que el desarrollo de alta tecnología requiere —al menos en un principio— una amplia infraestructura industrial, cualquier civilización antigua capaz de una tecnología tan avanzada como la de los OVNIS habrá tenido que pasar, casi inevitablemente, por etapas de industrialización y extracción de recursos análogas a las nuestras: fases de urbanización, extracción de metales y quema de hidrocarburos, construcción de vastos polígonos industriales, infraestructuras logísticas y de transporte, etcétera.

Si la inteligencia que hay detrás de los OVNIS es terrestre, tendrá que ser lo suficientemente antigua como para que las huellas asociadas hayan sido borradas casi por completo por los procesos meteorológicos y geológicos naturales. Sin embargo, también tendrá que ser lo suficientemente reciente como para haber tenido acceso a hidrocarburos fósiles para alimentar las primeras etapas de su proceso de industrialización. ¿Son conciliables estos condicionantes aparentemente contradictorios?

Lo son, según la llamada «Hipótesis Silúrica» propuesta por primera vez por Gavin Schmidt y Adam Frank, en un artículo de 2018, en el International Journal of Astrobiology.[xi] La idea es la siguiente: nuestro planeta existe desde hace unos 4,500 millones de años, con vida en él desde hace unos 4,000 millones de años. El género Homo, al que pertenecemos, existe desde hace menos de 3 millones de esos 4,000 millones de años, un abrir y cerrar de ojos en términos geológicos. Y los humanos modernos (Homo sapiens) tenemos apenas doscientos o trescientos mil años.

Por tanto, hay tiempo y oportunidades de sobra para que otras especies no humanas hayan surgido en la Tierra, desarrollado un nivel tecnológico muy superior al nuestro (imaginemos dónde estarán nuestra ciencia y tecnología dentro de apenas mil años más, si no nos exterminamos antes), y luego desaparecieran debido a uno o varios de los innumerables cataclismos que podrían acabar con nuestra civilización (cambio climático/colapso, impacto de cometas/asteroides, pandemias, tormentas solares, guerra termonuclear, etc.).

Es poco probable que cualquier indicio de infraestructura urbana e industrial abandonada sobreviva a un período de sólo unos pocos millones de años, debido a la erosión meteorológica. Es poco probable que los productos químicos sintetizados, las aleaciones y otros compuestos, los artefactos tecnológicos junto con las señales del terreno, como las excavaciones mineras, sobrevivan al reciclaje constante de la corteza terrestre a través de la tectónica de placas. Lo que ahora es la corteza terrestre acabará hundiéndose en la astenosfera y el manto fundidos que se encuentran debajo, donde se reforjará, para volver a emerger, finalmente, a través de la actividad volcánica como una corteza completamente nueva.

Como estimación aproximada, si suponemos un movimiento medio de las placas de unos pocos centímetros al año, sólo se necesitarían decenas de millones de años para que grandes extensiones de la corteza terrestre —especialmente la corteza oceánica, pero, en menor medida, también la corteza continental— se reciclaran de esta manera. No es probable que sobrevivan restos visibles de una civilización antigua, tecnológica y no humana.

Aunque, a lo largo de los siglos, de pronto brotan anomalías que ponen en jaque a la «historia oficial», tales como vestigios e indicios que, evidentemente, no son de origen natural, pero con una antigüedad más que milenaria, como lo señalaron en su época Peter Kolosimo, Robert Charroux, Jacques Bergier, Louis Pauwels y, recientemente, Michael A. Cremo en su imprescindible obra Arqueología prohibida: la historia oculta de la especie humana (1993).[xii]

Retomando la Hipótesis Silúrica, la pregunta ahora es, ¿cuándo se dispuso por primera vez de hidrocarburos fósiles en cantidades suficientemente grandes como para alimentar el crecimiento inicial de una civilización «industrial» antigua? Schmidt y Frank estiman que esto ya ocurría en el periodo Carbonífero, hace unos 350 millones de años, lo que nos deja una ventana de cientos de millones de años para que las INH «industriales» —múltiples y diferentes— se desarrollaran en la Tierra.

Por ende, basándonos en lo que sabemos, civilizaciones no humanas de alta tecnología en la Tierra no son imposibles o inconsistentes con el registro geológico. Al contrario, como señalan los doctores Schmidt y Frank, dicho registro muestra varios periodos de calentamiento global consistentes con la industrialización a gran escala.

Ahora bien, dado que no podemos visitar una ciudad INH hoy en día, es necesariamente el caso de que, si tales civilizaciones terrestres antiguas existieron alguna vez, se han extinguido en gran medida, al menos en lo que respecta a la superficie del planeta, lo cual, empero, no es inverosímil: como sabemos por nuestro propio caso, las civilizaciones pueden comenzar, alcanzar niveles de alta tecnología, y luego ser aniquiladas en unos pocos miles de años. De hecho, aunque nuestra civilización sigue adelante, somos dolorosamente conscientes de lo fácil y rápidamente que puede acabar mañana: por una guerra termonuclear,[xiii] el impacto de un asteroide, el colapso climático[xiv] o una pandemia más mortífera que la que acabamos de sobrevivir, etcétera.

Sin embargo, es poco probable que todos los miembros de nuestra especie mueran en una catástrofe planetaria. Es posible que pocos, pero suficientes, sobrevivieran en refugios y conservaran un nivel mínimo de conocimientos para mantener en funcionamiento parte de nuestra tecnología, sobre todo si nos avisan con cierta antelación de la inminente catástrofe. Dentro de una o dos décadas, por ejemplo, probablemente habremos dominado la tecnología de reactores nucleares limpios, portátiles y a pequeña escala que pueden enterrarse en un patio trasero (o en una cueva) y proporcionar energía ilimitada.[xv]

Además, la tecnología de impresión 3D portátil está reduciendo nuestra dependencia de las instalaciones de fabricación centralizadas a gran escala, y las computadoras, que antes eran del tamaño de un edificio, ahora caben en nuestros bolsillos. Si extrapolamos estas tendencias a uno o dos siglos más, es razonable imaginar que la miniaturización tecnológica y la portabilidad permitirán a nuestra civilización sobrevivir a escala reducida en, por ejemplo, refugios subterráneos. Por tanto, no es descabellado imaginar, de forma puramente especulativa, que lo mismo podría haber sucedido con las antiguas INH hipotéticamente detrás de los actuales OVNIS.

Como bien lo han planteado investigadores como Immanuel Velikovsky (en su paradigmática y transgresora obra, Mundos en colisión, de 1950)[xvi] y Graham Hancock —otra figura recurrente de esta columna—,[xvii] cualquier cultura expuesta a la magnitud de una catástrofe planetaria sufrirá un trauma histórico que se transmitirá de generación en generación a través de mitos y relatos, de forma similar —pero mucho más aguda— a como han sobrevivido las narraciones del Diluvio Universal desde el final de la última glaciación.[xviii]

Una cultura así desconfiará de la superficie del planeta, ya que ésta es una región notoriamente expuesta y volátil: sufre oscilaciones de temperatura mucho más extremas que, por ejemplo, los océanos profundos y las cuevas subterráneas; se halla propensa a condiciones meteorológicas severas que pueden arruinar cosechas e inundar ciudades enteras; está expuesta a la irradiación de tormentas solares y otros fenómenos cósmicos, que pueden arruinar la tecnología y la vida, además, resulta extremadamente vulnerable al impacto de cometas y asteroides, como descubrieron los dinosaurios y nuestros antepasados de la Edad de Hielo.[xix]

Y puesto que una cultura post–apocalíptica de este tipo se habría reducido a relativamente pocos miembros, sus necesidades de espacio vital también serían relativamente modestas. Dependiendo del nivel de supervivencia de su tecnología, podrían haberse construido un hogar bajo el agua o subterráneo. Unas cuantas generaciones de adaptación (dirigida) —genética y cultural— a un entorno de este tipo harían que la superficie del planeta les resultara tan extraña e inhóspita como la Fosa de las Marianas a nosotros. No les importaría dejar que los primates se desbocaran por el tejado (siempre que no iniciaran una guerra termonuclear y comprometieran toda la casa), pero preferirían permanecer a salvo en el interior de su morada (continuará).

[i] https://tropicozacatecas.com/2019/09/29/axis-mundi-jacques-vallee-y-la-historia-secreta-del-internet/

[ii] https://books.google.com.mx/books?id=tTZGAAAAYAAJ&hl=es&source=gbs_book_other_versions

[iii] https://books.google.com.mx/books/about/In_Plain_Sight.html?id=UcFnzgEACAAJ&redir_esc=y

[iv] https://www.dios.com.ar/notas1/biografias/cientificos/BULLARD_EDDIE/bullard_eddie.htm

[v] https://youtu.be/XR0JtbuLhPo?si=Uh6m49od9UpJ97XT&t=3761

[vi] https://pdfcoffee.com/dimensiones-11-pdf-free.html

[vii] https://youtu.be/XR0JtbuLhPo?si=0iHpeE9_UUm0BAcz&t=281

[viii] https://www.formarse.com.ar/libros/libros-Jung/JungCarlGustavSobreCosasQueSeVenEnElCielo.PDF

[ix] https://tropicozacatecas.com/2024/02/18/axis-mundi-el-origen-terrestre-de-los-ovnis-la-explicacion-mas-racional-i/

[x] https://orbitaceromendoza.blogspot.com/2022/08/el-articulo-sobre-ultraterrestres-de.html

[xi] https://www.cambridge.org/core/journals/international-journal-of-astrobiology/article/silurian-hypothesis-would-it-be-possible-to-detect-an-industrial-civilization-in-the-geological-record/77818514AA6907750B8F4339F7C70EC6

[xii] https://archive.org/details/la-historia-oculta-de-la-especie-humana

[xiii] https://tropicozacatecas.com/2024/02/10/puede-la-inteligencia-artificial-provocar-una-guerra-nuclear-axis-mundi/

[xiv] https://tropicozacatecas.com/2019/09/08/cambio-climatico-aun-hay-esperanza-para-el-ser-humano/

[xv] https://www.iaea.org/es/newscenter/news/que-son-los-reactores-modulares-pequenos-smr

[xvi] https://es.scribd.com/document/489551250/Mundos-en-Colision

[xvii] https://tropicozacatecas.com/2022/11/13/axis-mundi-graham-hancock-y-la-civilizacion-perdida/

[xviii] https://www.iagua.es/noticias/europa-press/dryas-reciente-fulminante-evento-climatico-que-llevo-planeta-condiciones-casi

[xix] https://www.larazon.es/ciencia/20200323/jblgankqwjgehgcj7gceen7dai.html

 

Carlos Hinojosa*

*Docente y escritor zacatecano

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